5 de diciembre de 2011

Qué bien, me voy a tomar un buen vino. Lo pensé y lo escribí, como escribo siempre este tipo de cosas, a modo de exorcismo. No se para qué, porque los demonios no existen. Y pronto recibí el aviso que no me lo bebería sola, muy a mi pesar, se pasarían, como más o menos siempre, se dejarían caer...Así, de manera aleatoria, caprichosa. Hice un último intento telefónico para que el vino fuera solamente para mi.

Hace un año que tengo abierta esa botella, así que tan bueno no debía estar, pero claro, no bebo. Pequeño detalle.


Es que beber en soledad lo encuentro tan deprimente, que prefiero deprimirme solamente. Aunque claro, cuando me estoy deprimiendo sola, lo encuentro tan francamente entretenido que me da risa. Por qué se aburre la gente cuando está sola. Yo encuentro mi compañía tan encantadora que no concibo eso de tener que salir a aburrirme con otros. 

A veces lo echo de menos, sobre todo ahora, que no se muy bien cómo está, pero como se que lo veré muy pronto, mañana por ejemplo, o pasado mañana, enseguida me distraigo, se me desvía la atención hacia esa melodía, aquella, la que recordé ayer...

De pronto oí la voz varonil que desde algún sitio recóndito a diez minutos de mi casa me decía: Era una sorpresa, vamos con ella. En media hora estaremos allí. No te preocupes, pedimos unas pizzas. 
Como último intento me declaré en camisón ya, pero unas palabras malintencionadas me confirmaron la visita. 

Luego siguió una cadena de mensajes de franco mal gusto, con ese humor de mierda que nos caracteriza, que no quieren decir nada, pero que dejan ese tufillo a cosa turbia del pasado, cual zorrino incontinente. 

Pensé en el zorrino y me di cuenta que mejor me cambiaba los calcetines antes de que llegaran.  Cuando estaba oliendo precavidamente los que me había quitado, tocaron el timbre. Pensé que mientras subían podía vestirme, pero en lugar de eso, los dejé en la puerta y me puse mi bata con flores, me recogí a medias el pelo y me quité un pendiente, pasé por el espejo antes de bajar las escaleras y me pregunté: ¿Parezco casual? Me demoré en elegir alguna respuesta del múltiple espectro que se me presentaban como posibilidades,  volvieron a timbrar. Me puse muy nerviosa, así que me senté en el rellano de la escalera para recobrar fuerzas antes de decidir si abría en un minuto o los hacía esperar un poco más. Finalmente cuando llegué al telefonillo, ya habían llamado unas siete veces.

Al abrir la puerta,  me había olvidado para qué venían exactamente. Pero como soy una persona muy sociable, disimulé.

Al fin y al cabo de eso se trata la vida social, de ser el que los demás esperan que uno sea, y el ser uno lo menos posible, para que no lo jodan. Estaba reflexionando sobre esto cuando me di cuenta que no les había ofrecido el vino y comprendí por sus miradas azoradas que eso no era lo que esperaban encontrar. Me sonreí y los invité a sentarse, ya tendría tiempo de fingir haberme olvidado del vino. Hay algo de encantador en ser un pésimo anfitrión, hace que los invitados automáticamente tengan que pedir quitarse los abrigos, preguntar si se pueden sentar, ir a la cocina y buscarse ellos mismos el agua en la nevera, y es eso mismo lo que los obliga a sentirse en casa. Lo hago todo el tiempo. Me gusta que la gente se sienta cómoda. 

Se quitaron los abrigos y los pusieron en la escalera  y él, lo puso en el sofá, como hace siempre. Encendió un cigarrillo en mi salón y me sonrió, sabiendo que me enferma que no me pregunte. Como revancha le pedí que eligiera uno de los vinos que tenía en la cocina, y lo desterré del salón inmediatamente. en cuanto salió, rápidamente antes que los otros regresaran del baño y la cocina, le sustraje el paquete de cigarrillos, cogí dos  y se lo escondí luego en un mueble. 

Ya con el vino, las pizzas, y la charla superficial me puse un poco más en situación. Mis amigos son un poco así, unas especies de dandys que trabajan.Pero básicamente son eso. Los quiero mucho, la verdad, pero no los soporto más de quince minutos al mes. Tengo la ventaja de que me he acostado con casi todos ellos en un pasado lejano y no siento el menor interés en ellos. Muy por el contrario me sorprendo a veces cuando los escucho hablar, porque me aburren soberanamente y no se de qué hablaba los veinte minutos antes, ni los tres minutos de  después. Escarbé pero no pude recordar, lo qué si , es que me sobrevino esa sensación de vacío. Por momentos, tengo esa sensación, ese vacío, esa tristeza, pero luego se me pasa. Hace poco leí sobre estos cambios bruscos de estados de ánimo, algo así como que podían ser un indicador de Alzheimer en un futuro, pero no me preocupé en lo más mínimo porque de todas formas, cuando tenga Alzheimer no me recordaré ni de los cambios de estado de ánimo, ni de nada...

La conversación giraba en torno a la política, algo muy importante, pero que no me importaba un bledo en ese instante, porque me recordé de tus ojos marinos.El señor tabaco buscaba con desesperación el paquete que le había hurtado rato antes y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no reírme . Cuando vi que la situación era insostenible y que comenzaba a molestar al resto preguntándoles si habían visto el tesoro perdido, me llevé las manos a la cara y me escondí en ellas haciendo que me apesadumbraba la conversación. Entonces la cosa dio un vuelco hacia la situación económica y yo comencé a reírme a carcajadas. De locos. Solo el aludido comprendió lo que pasaba y levantándose se dirigió hacia mi y me cogió como si yo fuera una bolsa de papas mientras yo intentaba liberarme histérica por las cosquillas.  
Los demás, novia-amiga incluida, son todos tan psicoanalizados que tomaron una escena tan desbordada como algo natural y siguieron con la charla abstrusa.
Al liberarme en el sofá, lejos del mundanal ruido, agotado, luego de haber estado levantando un fardo de patatas que pesaba lo que  tres, acusarme de golfilla y recuperar la droga, se sentó a mi lado, me abrazó y me preguntó suavemente cómo estaba. 

Estoy bien, siempre estoy bien, incluso cuando estoy mal. Hasta en la desdicha me siento afortunada. Por eso puedo seguir. Supongo. No dije nada de esto, solo cerré los ojos y pude sentir tu barba blanca entre mis dedos, y quise una vez más, estar contigo. Creo que me quedé así, en el sofá, con los ojos cerrados, sin hablar, no se cuánto tiempo, pero de pronto recordé que estaban mis amigos. Y abrí los ojos. Me había quedado sola tras el biombo y allí permanecí un poco más, y fue entonces que aquella canción me acarició la oreja,  busqué entonces esa clase de  papel con cinco líneas y cuatro espacios que me unió a ti de alguna manera, y un bolígrafo azul y regresé con los demás, pero en camisón y bata. Me ubiqué en un ángulo de la mesa, apartando los vasos y lo que sobraba de pizzas y canté la melodía, y la escribí. Más o menos seguían hablando, ya te dije antes que son todos así, psicoanalizados. Alguien preguntó si era para la audición y creo que dije que no, que tenía que terminarlo para mañana.  Para ti. Y para mi.

¿Sabes qué me parece? Pienso demasiado, pero no llego a ninguna conclusión. Hoy por ejemplo, me preguntaba por qué si les habías hecho cappuccinos como a mi, y las habías abrazado, como a mi, y te habían echado de menos, como yo a ti, por qué no estabas con todas ellas aun. Solo puedo decir que si Dios existiera, estaría sentado sobre el libro de los "por qué", pero como no existe, tuvo que ser el Alzheimer. El tuyo... el de ellas.  

Al fin la noche terminó de decaer, que era lo que había estado haciendo desde que les  abrí la puerta y se estampó la realidad de las dos de una madrugada de invierno. Cuando se fueron regresé arriba y como ya estaba en camisón me metí en la cama rápidamente, después de lavarme los dientes. 
Si pudiera regresaría atrás en el tiempo, al invierno pasado, por ejemplo, me gustaría cambiar las cosas. ¿Sabes cuáles? Pues te hubiera recibido con la misma cena, y hubiéramos dicho las mismas cosas.Y nos habríamos despedido como lo hicimos entonces. Y luego, yo hubiera ido a buscarte como lo hice, y hubiera regresado una vez más, como pasó. Hasta hoy, que mientras te escribo todo esto, me doy cuenta que lo hago porque en verdad, me gustaría dormir contigo esta noche.

2 de diciembre de 2011





Y así, con ese extraño modo que tiene la realidad de mecernos de un extremo a otro, y que nos puede llevar a sentir una caricia cuando solo ha sido el viento o a creer desear morir cuando es imperiosa la necesidad de que sigamos existiendo unos pocos instantes más. Con esa hipersensibilidad que me lacera  y me atrofia. Esa fuerza inexplicable que surge dentro de mi, que me permite frenar los huracanes, partir el brazo al verdugo, y abrirme paso entre cadáveres, entre bestias hambrientas, caminando descalza por la ciudad en ruinas...tu imagen se marchita en mi y como el humo, se funde irresistiblemente en negra noche.
Pero también podría  guardar tu recuerdo, un poco más, solo un poco más, hacerlo sonar  como una cuerda y convertirme en  un laúd que tenga otras mil que vibren por simpatía.

Me parece que tendré que taparme las orejas con algodones, no es maldad, créeme, es que no se puede de otro modo, percibir aquella, la dulce armonía.

8 de noviembre de 2011

Metatarsianos

Una vez más frente a mi, tu imagen. Pero algo me ha cambiado. Lo se, porque antes hubiera sentido cosquillas en el estómago. Y hoy no. Tu figura se me hubiera colado por cualquier sitio, un pequeño resquicio podría haber sido bien aprovechado con astucia. Ahora soy realmente impenetrable. Impenetrable, qué contradicción.  Bueno, vamos mejorando entonces, contradicción es una palabra muy bonita que ha devenido de contrariedad.   Antes era eso, solo eso. Y no me rio porque uno no puede alegrarse de la muerte de nada, ¿o si?. Posiblemente debería. Pero no puedo porque no me causa ninguna gracia. Ni aunque bromee al respecto como tengo por costumbre. Tengo por costumbre la contradicción. Será posible que luego de años de intentar sonreírme cuando no me apetecía, tuve luego que aprender a no hacerlo cuando no tenia ganas. Hace poco tiempo logré  llorar desconsoladamente, a veces sin ningún motivo aparente. Pero lo hay.  Hay muchas cosas. Mucha cosas buenas, que reconozco, que antes o no estaban o no podía verlas y en este momento si. Por eso tu imagen, a la que por años no pude resistirme, tus palabras tan cuidadas en persona, y despilfarradas en letritas, tu humor ácido y tu sonrisa de lado ya no surten ningún efecto.

Como escribo tantas pequeñas historias sin sentido, no parece ninguna ser verdad. Lo curioso es que no miento, solo hago madejas. Podría contar la historia mil veces, la misma, de hecho, es lo que hago, y sin embargo es completamente incomprensible, deshilvanada . A un par de personas, se las narré con palabras, cara a cara, pero en verdad, sería lo mismo si no lo hubiera hecho. 

La gente no cambia. ¡Qué gran mentira! Claro que si.  Yo he cambiado de una manera abismal. No me atrevo ni a decir cómo he cambiado. Ni en absoluta soledad, me atrevo a confesármelo, porque tendría que cuestionarme cosas contra las que luché o dije que luché durante mucho tiempo. Más que luchar, defendí, proclamé, o mejor dicho me regí por. Tampoco creo que haya actuado mal, eran mis ideas. Pero imagínate que estamos hablando de A. Para llegar a B, yo elevaba A a la máxima potencia. Por momentos lo conseguía, entonces, tenía que suponer que ese era el camino para obtener B.  Y de pronto, hallé B sin que hubiera ninguna A y sin haber tenido que elevarla a nada. Imagínate que un rayo cayera justo delante de ti, y te encegueciera momentáneamente.   

Estoy un poco confundida, en verdad, como aturdida, y lo que me tiene que importar ahora mismo, no es cómo conseguí el resultado, si no el resultado en si. Parto de la base que todo es una búsqueda personal, y que B en mi, es ajeno incluso al factor que dio el resultado. 

El encuentro de mis propias emociones. El anonimato como medio. El  auto-exilio por convicción. Me refugio en mi ostracismo,  en el que seguiré incluso sin ninguna necesidad real, porque  no se qué soy, no importa qué soy,  solo la existencia de ese  algo, que debo dar a quien llame a la puerta, si sabe lo que realmente viene a pedir.   

7 de noviembre de 2011

"La añoranza se asfixió bajo el hábito." Gustave Flaubert



Recuerdo la cálida noche en que me quité mis velos uno a uno. Y 

si cierro los ojos, puedo ver aun hoy, cómo me derrumbé. Y oigo 

tus palabras, procaces y tiernas. Y también me oigo a mi.  

Mi gracia, tu risa. Me siento entre tus brazos por un momento 

querida, o probablemente haya sido solo calor. Vuelven a 

sorprenderme mis propias palabras, pidiéndote lo contrario de lo 

que quiero hoy.


El pasado, que me va robando el presente, día a día. Tu 

quieres echarme de menos, yo no necesito eso. Yo busco la 

rutina, quiero que no me pase nada extraordinario, quiero no 

tener nada nuevo que  contar, y que llegue la noche para 

acariciarte la barba en el sofá. 

Y así, leído rápidamente, podría pensarse, pero si esta mujer lo 

que pide es tan sencillo, no pide nada imposible, ¿cómo no lo 

obtiene?

Pues es muy simple, la respuesta, si que la es, como me dijo un 

caballero una vez:"Enamorarse de ti es lo más fácil del mundo, 

lo que pasa es que hay mucho torpe." Luego supe, que en parte 

se estaba refiriendo a sí mismo, por eso, ahora se, que en el siglo 

XXI, los caballeros, se comportan todos como si fueran señoritas 

de épocas remotas,pero  que en vez de guardar el himen, 

guardan alguna otra cosa, vaya uno a saber qué es, dudo mucho 

que sea ésto, tan difícil de componer como aquel...

21 de octubre de 2011

Una receta que me dio mi abuelita Monchita

Receta para cocinar  un cuento de hadas:


Un corazón (a lo sumo dos).
Una manzana.
Una palacio.
Una casa sin puertas.
Un par de llaves que no se correspondan con las cerraduras.
Un par de hadas.
Una dama desdichada.
Un caballero solitario.
Una pausa para ir al baño y lavarse los dientes.
Un niño que escuche.
Amor en polvo.
Una mente abierta e imaginativa para lograr un final feliz.



20 de octubre de 2011

Realidades

La veía desde el otro extremo, estaba sentada en el sofá,  no se muy bien qué hacía, quizás estaba escribiendo algo. Esta vez, me prometí a mi misma  no leer lo que había escrito. Siempre me pareció horrorosa la piedad, pero la sentí. Me pareció incluso injusto, que una vez más le sucediera lo mismo. Siempre he sido bastante impía con las ilusiones rotas. Sin embargo, esta vez, sentí un nudo en la garganta. Dudé por un momento qué sería mejor, si permanecer en la penumbra o acercarme para que me viera, y no me llegué a aclarar. Por eso,  me apoyé y comprimí a la pared como si yo misma, fuera el deseo inconsciente del que quiere no existir. En el fondo, ella debe sentirse igual, me pareció, pero tampoco supe exactamente si esto era cierto. 
A contraluz, vi que le resbalaba una lágrima por la mejilla. Me acerqué finalmente, dispuesta a abordarla con uno de mis exabruptos, para desviar su atención. Pero mientras me dirigía hacia ella, volviéndose hacia mi, con su mirada penetrante, deteniéndome, balbuceó:  no existe salida. 

"La realidad me tiene maniatada, me asfixia, y me aplasta. Intento ponerme de pie, una y otra vez, y al recobrar fuerzas, desde el lado opuesto hacia donde miro, que suele ser hacia delante, dispuesta a reanudar el camino, me ataca nuevamente, ya con una gran bolsa de un peso increíble e insoportable, o simplemente me incrusta algún elemento cortante, para que me vuelva a quedar atrapada, o me pueda seguir desangrando poco a poco."


Tiene razón, pensé,  intenté que se me ocurriera alguna estrategia para distraerla, para arrastrarla aunque no más fuera unos instantes hacia la luz que aún nos bañaba, desde la ventana del salón.Cero. 

De noche, me llegaron desde la calle unos sonidos tenues, que podían confundirse fácilmente fundiéndose con la bruma. Las brumas que antes habían sido luz. Me deslicé tras las cortinas, e intenté divisar algo, pero tuve que esperar que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. Solo veía borroso a un hombre pequeño, que vestido con una especie de  túnica negra, tocaba un instrumento del cual  desconozco el nombre. Colándose entre las cortinas, la vi mirar hacia abajo, ya completamente repuesta de lo de la tarde. Sentí curiosidad. Juntando valor pregunté:
-¿Quién es? 

Me miró divertida y mientras se masticaba un bocado de  pan respondió:

-No tengo ni la menor idea...

14 de octubre de 2011

Lugar común

Enumerando en su cabeza una y otra vez, lo que no quería. Manteniendo su cabeza fría y con las ideas claras. Encontrándose exactamente con todos estos "no quiero", porque simplemente los estaba invocando. Columpiándose entre el positivismo sin cimientos y el escepticismo irracional. Dejándose caer al vacío sabiendo que se iba a dar otro porrazo. Hasta que desde el suelo, vio al abrir los ojos, la extraña aparición, que no habiendo sido deseada jamás, tampoco podía ser reconocida. Encandilada, levemente atontada tras  el último golpe, percibiendo en el otro, quizás, un igual que le extendía la mano, se la estrechó. Dialogando, a veces un poco a su pesar, rehuyendo el cúmulo de capacidades que se le mostraban, jugando,  postergando. Cayendo en la tentación, o por mera crueldad, le dio la llave. Arrepintiéndose instantáneamente, no sabiendo,  lo inexorable. Desmadejada, con miedo, seductora o seducida, frágil, conmovida. Abandonada al beso, acariciada, adormecida. Él la abrazó. 


En tus brazos, como otros ya han escrito, el tiempo, parece detenerse, en un  instante  en el que no debería pasarnos nada más. 






Violeta miró a Milady y bostezó. "Otra vez ésta, con sus anotaciones estólidas en el librito", pensó. "¡Qué paciencia que le tengo, la verdad!". Milady estaba con un estado de ánimo estupendo, completamente ajena a la maledicencia, se dirigió cándida: "¿Violeta Magenta por qué?"
Con el ceño fruncido, y con fastidio le llegó la respuesta: "Bueno, a decir verdad, no lo se, Violeta es un color y  una flor , que creo que se regala en señal de lealtad, y Magenta es un color,una reafirmación del color Violeta,son colores muy espirituales, y no recuerdo dónde leí que nos hacen sentir el deseo de apartarnos de las exigencias del mundo y evitar los desafíos ...pero y ahora...¿ Qué te ha dado por preguntarme ésto?"
Divertida, Milady, se sonrió, y dejando el libro de las memeces sobre el piano, opinó :"¡Ah! Nunca se me hubiera ocurrido pensar en ti de esa manera solamente...Debes tener otras cosas guardadas por ahí".




12 de octubre de 2011

Contratiempo doméstico

Insistente, un repiqueteo que provenía de la parte superior  la distrajo de sus elucubraciones. Se levantó de la silla y sigilosamente se dirigió hacia el pie de la escalera. Se sobresaltó al encontrarse con mi sombra , yo estaba  escondida en la cocina. Al cruzarse nuestras  miradas, me  hizo el gesto de que no hiciera ruido. La casa se quedó completamente en silencio, solo desde el salón, la pequeña cascada murmuraba.  Se metió en la cocina y me susurró: "¿Has vuelto a dejar la ventana abierta?  Le dije que no. Pero podría  haber sido que sí. 

Otra vez nos llegó desde arriba una  especie de crujido que se intercalaba con un golpeteo. Se acercaba y se alejaba, siempre escaleras arriba. Le pregunté donde estaban el gato y el niño, y  me  señaló el salón. Dormían. Mejor así, no se enterarían de nada. Estuvo todo en reposo por un momento y comenzó nuevamente. Pude ver la tensión que se acumulaba en sus mandíbulas y le cogí la mano. "Voy a subir", pensé, pero no me dio tiempo, soltó su mano fría de la mía , casi con brusquedad. "Quédate aquí". Subió dos peldaños y regresó a la cocina. Creí que se había arrepentido que el miedo la habría echado para atrás, pero solo había olvidado la escoba. Por segunda vez embistió contra las escaleras, esta vez sin casi posar sus pies. Desapareció. En vez de quedarme paralizada, me acerqué al umbral, y finalmente al pie. Aguzando el oído y resolviendo subir yo también inmediatamente si en breves instantes no tenía noticias. El ruido que no había parado aun pareció acercarse hacia las escaleras pero en la parte superior y al mismo tiempo que me sentí desfallecer, oí un golpe parecido a un escobazo. Me quedé inmóvil, pegada a la puerta, sin saber qué hacer y cuando estaba dispuesta a subir la vi que se asomaba con sonrisa triunfante por la barandilla justo sobre mi. Fue solo un instante porque  me cubrió la  cara un pañuelo de gasa, mi pañuelo, violeta magenta, embebido en mi propio perfume. 

"Póntelo, anda, cúbrete bien, no sea  que regrese otra vez".


Más tarde, sorbiendo el te, me dijo, sombría:  "No vuelvas a dejar la ventana abierta, o al menos, no te descubras. No por nada, pero no deja de ser un verdadero engorro todo esto". 

Esa noche dormimos abajo, la última vez que tuvimos que reventar  con la escoba una pequeña mentira que se nos había colado bajo mi cama, dejó un olor pestilente por varios días. 
 






11 de octubre de 2011

Invierno






Entre nosotros, así, en la intimidad, a modo de confesión, como al pasar, sin que nadie pueda darse cuenta, te voy a decir algo: para decir dos palabras, a veces, perdemos toda una vida.
Por no decirlas, las cosas  se pervierten, se desfiguran, se malinterpretan, se corrompen, se pudren. Se pasa el buen momento, o no.
Podría ser que la otra noche, te las dijera. Y tu también.
Es todo tan misterioso, tan enigmático, tan brumoso, que podría no haber pasado en verdad.
Yéndome por las ramas, te digo, no es que me diviertas, aunque tus bromas, a veces, me hagan reír, es otra cosa, algo así : te detuviste a no creerme. Eso es básicamente lo que te hace diferente a todos los demás. Te detuviste a no creerme, confiando en mi. Te sinceraste, tácitamente, y luego, hiciste lo que hago yo, te sentaste a esperar. Pero lo que me asombra poderosamente, es que hayas hecho algo más que también hago , me estudiaste, sin sacar conclusiones apresuradas.
En todo caso, ésto, me asombra, me deleita, pero no creo que tenga que ver con lo que tengo que decirte desde la otra noche hasta vaya a saber cuando.
"Nadie te cree." No estés tan seguro. Mira, en primer lugar, ¿cuántos te crees tu que son tan duchos en las alegorías? ¿Y cuántos de estos pocos crees que tienen tiempo y ganas de desmadejar el discurso contradictorio de una mujer en esta  esperpéntica época de la fast food? Menos aún.
Y continuando, te puedo decir que realmente cuando alguien me cuenta que se acostó con tal o cual, ostentando esa estúpida idea de liberación asociada al sexo sin compromisos, ¿sabes lo que pienso? Exacto. Cierto, cierto, ya lo hablamos, el sexo es una metáfora del amor. ¿Y el amor? Esa palabra que siempre intento desvirtuar sin lograrlo, al menos sin lograr que tu te creas ni una mísera parte del  subproducto de mis tan notables esfuerzos. ¿Y la locura? ¿No crees que estoy loca? No, ya se que no. También juego con eso todo el tiempo. Es que para perder algo, habría que haberlo tenido...A eso iba. Eso es justamente lo que iba a decir.
 Recuerdo  aquel  instante en que  me diste la espalda,  y yo enfurecida, hice que te volvieras. Pero ahora cuando sin estar, pareces estar, me reconfortas. Si, las cosas son tan simples : te quiero.

6 de octubre de 2011

Delicatessen



  "¿Qué crees que le pasó a ésta?" Hizo una mueca desencajando la mandíbula. Sin mirarlo, el otro, respondió: "Nada, su marido la apuñaló  y luego dio marcha atrás con el camión de basura que conducía, sobre ella. "


Sr. Muecas se quedó solo, se quitó la peluca de rizos, y de memoria se desmaquilló con un algodón embebido en un líquido tan confuso como su sentido del humor.  Miró su reflejo descolorido y no se reconoció. 


Cuando a los teatreros se les apagan las luces de escena, se quedan sin rostro. Los histriones no tienen vida propia, viven a través de los personajes prestados. Terminan tan confundidos que finalmente no saben muy bien ni quienes son. No son nadie. 


Salió por la puerta lateral, y creyó ver una sombra en la esquina de alguien que esperaba en la  calle que hacía cruz. Contuvo la respiración, no podía ser luego de tanto tiempo, no era posible. Aun así, metió las manos en el abrigo, cerró los puños y apretó el paso. La sombra seguía allí. Cuando llegó a la intersección luchando contra su propia crispación, giró la cabeza forzándose a mirar. Descubrió que no era otra cosa que la sombra que proyectaba una caja junto a los cubos de la basura. Sobre la caja, se posaba un bombín que había erigido humanidad a la sombra. 


Debería haber seguido su camino, pero lo pudo la curiosidad.Aun sintiendo sus piernas temblorosas, se acercó a la caja  y cogió el bombín con un poco de aprensión. No parecía estar en malas condiciones a simple vista. Se sintió un poco avergonzado de estar revolviendo en la basura. Miró a su alrededor para asegurarse que nadie podía verlo y lo deslizó dentro de una pequeña bolsa que llevaba siempre con él . 


Deshizo sus pasos para retomar el camino a casa que hacía cada noche en los últimos seis meses, solo. Bueno, era afortunado, no todo el mundo podía hacer el mismo camino del trabajo a casa seis meses seguidos. Y esta noche, con un plus, el bombín. No todos los días uno se encuentra algo así. Perdón, todas las noches.


Cuando llegó y entró en su casa, encontrando la misma vaciedad que había dejado antes de irse ,y que llenaba sus días uno a uno, por un momento, olvidó el botín capturado. Pero cuando uno no tiene nada más que una bolsa y un patético sombrerillo encontrado en la basura, para compartir la soledad de la noche, la amnesia momentánea, no es más que un regodeo en el propio ningunismo. 


Histéricamente se abalanzó sobre ella, que descansaba sobre el sofá, la cogió del cuello y le dijo: "¿Cómo has podido, zorra?".


Apretó las mandíbulas y cerró los ojos intentando que no lo tocara el recuerdo. No tiene caso, claro que no tiene caso, es mejor abrir los ojos cuando uno no quiere recordar, no, tampoco, los recuerdos son casi las únicas cosas que se ven indistintamente con los párpados abiertos o cerrados. Lo cierto, es que al abrirlos, la bolsa, burlona, le insinuaba una chepa. Rescatando el bombín, se sentó a la mesa dispuesto a practicarle  la autopsia. 


Al tenerlo frente a frente, luego de haber planeado infinidad de veces matarlo, simplemente rompió en una carcajada absurda, como de demente, y luego  a llorar como si tuviera cinco años.Y solo murmuró, entre sollozos:" ¿Cómo has podido, canalla?".


Al tenerlo frente a frente y con la luz directa, le pareció un poco más gastado que a la luz de la luna. 


Debería darnos vergüenza de lo poco auto críticos que somos, y lo crueles que podemos ser  con los objetos que robamos de la basura. 




Le dio la vuelta, dejándole las tripas al aire, y descubrió que el forro estaba descocido. Sin pensarlo lo arrancó de cuajo y salió despedido violentamente algo pesado de dentro que cayó y quedó oculto bajo el sofá, un poco más allá. Tuvo que ponerse en pie para luego arrodillarse.Apoyando su mejilla en el suelo y sintiendo el olor del polvo, sin lograr  ver nada extendió el brazo y finalmente dio con el objeto, lo atrajo hacia si, suavemente.Un cortapapeles de metal, no demasiado grande, que parecía una espada en miniatura.


Lo puso junto a su amigo, y los miró a ambos  un momento.




Los miró a ambos un momento, pero no llegó a ninguna conclusión, solo decidió irse. Así son las cosas a veces cuando no hay nada que hacer.



¡Ah! Aquel recuerdo, siempre el mismo, una y otra vez...





Con respecto a estos dos nuevos amigos, tampoco habría nada que hacer con ellos. Tenía un sitio ideal para alojarlos en la habitación pequeña, junto con los demás. Allí están ahora mismo, junto con los otros cinco bombines y los otros cinco cortapapeles.




5 de octubre de 2011

No estreche mi mano, por favor.



  ¿Alguna vez han conocido a alguien que tuviera eso que llaman intuición femenina?Yo sí, un par de veces al menos. Imagino que debe ser terrible tenerla. No quiero pensar como deben sentirse esas personas cuando de pronto sin saber por que, presienten lo que está pasando o va a pasar, sin llegar a ser videntes.


No me gustaría tenerla, debe ser mucho peor que ir por la calle y de pronto sentir que alguien tiene olor a muerte. O que te llamen una mañana para decir que tu padre ha muerto y no poder llorar porque ya lo  habías llorado la noche anterior. Es que luego, convives con otro tipo de emociones o sin ellas. O despedirte de tu hijo que se va de vacaciones un mes y mientras le dices"no te preocupes, te veo en unos días", una voz te susurre:"no estés tan segura". O en menor medida, creo, que alguien te presente al amor de su vida, y tu, mientras le estrechas la mano, sabes que no lo volverás a ver nunca más. 


Básicamente, yo miento. Muchas veces, cuento las cosas levemente tergiversadas. Por ejemplo, digo:"Me quedé de piedra cuando me enteré que su madre había muerto". Miento. Yo lo sabía. No me enfadé porque no me dijeran que la madre de esa niñita había muerto. Me enfadé conmigo misma por saberlo. Claro que me entristecí por ella, pero también me entristecí por mi. Porque no quiero saber nada. 


A mi, lo que me gustaría, sería tener un sexto sentido. Para mi el sexto sentido es la capacidad de amar. Pero vivo en alta mar, y me azota la tormenta, o la sequía, o me dejo llevar con la calma a la deriva, intentando no ver nada, adentrándome en la bruma. 


También tiene sus cosas buenas este mal que me aqueja, sobre todo para los demás. Como ese hombre que me quería, pero me dijo que no me quería, y yo, aunque sabía que mentía, lo dejé. 


Ahora se ha cansado de llamar. También es cierto que  sabía cuando iba a hacerlo, así que bajaba el volumen del teléfono. 


Entonces, creo que veo la salida a esto.Voy a entornar mis párpados, para no ver nada más. Solo voy a dejar que el viento, acaricie los sonadores que tengo por toda mi casa, y mientras los escucho tintinear, imaginaré cosas que me gustaría que sucedieran, o mejor no, porque si pasaran las cosas así, tendría, una vez más, que hacerme la sorprendida.

30 de septiembre de 2011

Nana

Pequeñas  sus manos,
Pequeños  sus pies,
Nacerá Manuel.

Ya todos lo esperan,
¿Será cómo él?,
Manuel el abuelo,
El nieto Manuel.

Y yo espero el día,
Que tu puedas ver,
El río, las calles,
y  azahares oler.

Nacerás Manuel,
y esa ciudad hermosa,
te verá crecer.

Con manos crecidas,
No olvides, Manuel,
Del laud, las cuerdas,
Con amor tañer.

Y a los sinsabores,
De los mil caminos,
Plántales tus pies.

Pequeñas tus manos,
Pequeños tus pies,
Nacerás Manuel.



20 de septiembre de 2011

El amor no existe, o historia de una mujer y un escaner





Hay algo que no está correcto en el proceso de escaneado. Las páginas pares  no quedan  igual  que las impares. Me fastidia. No se ven los bordes o se ven cortados. Me está quedando el trabajo desprolijo. No lo tolero, es más, me enferma. Las páginas pares me quedan derechas, mientras que las impares se doblan y me quedan torcidas, recortadas, sombreadas, asimétricas. La asimetría me exaspera. Deberían quedarme perfectamente cuadradas y me quedan poligonales. 
No lo estoy haciendo bien.  No se por qué, pero lo veo. Lo estoy viendo, lo tengo delante de mi nariz y finjo no verlo. No escucho lo que se me dice una vez más. No,  es no. Y yo se lo que quiero esta vez, debería comprender que no quiero que las páginas queden torcidas. 
No es que estén torcidas lo que me molesta, pueden estar torcidas, pero no en mi escaneo. Mi escaneo debe estar simétrico. Todo tiene que estar simétrico.
Tengo que dejar de autoengañarme, porque el auto engaño en mi, no me ha traído lo que quiero en verdad. 
¿Por qué me miento a mi misma? ¿Por qué no digo lo que quiero? ¿Por qué no pido lo que necesito? ¿Por qué me basta una sola página derecha y acepto que todas las demás queden torcidas? 
Basta. Estoy saturada. No quiero nada de lo que me quieren dar arbitrariamente , quiero que me den lo que  yo quiero que me den, si no, que no me den nada, que se lo guarden, que se lo den a otra. 
El proceso de escaneado es algo muy complejo. El proceso de saber lo que uno quiere, también. Por eso mismo, ahora que lo se, no puedo mentir más, no puedo fingir más, no tiene caso que lo haga.
            

19 de septiembre de 2011

Más vale trocar



 Y entonces, mientras me abrazabas tiernamente, me sentí cobijada. Tantos años vagando, para  siempre terminar huyendo. Siglos completos, completamente quieta, y con esa inquietud que me daba  la insatisfacción. Posiblemente ésto dure un momento, pero ¿importa? La belleza, efímera, solo en  abrazo de mariposa. El misterio de la felicidad. Tal vez la concepción de momentos distanciados, y concebidos de manera absoluta e indivisible. Si por un momento pudiera renunciar a ese insano afán de conquista, al deseo de poseer, y  lograra abandonarme a tu abrazo como ayer,  sería auténtica. Quiero detener el tiempo claramente. ¡Pobre de mi  qué temo al cambio!Sin tener en cuenta que lo que no evoluciona, se estanca, y que el agua que se estanca, se pudre.
No puedo darme por vencida después de ayer, tendré que comenzar a iniciarme en la crisopeya y practicarla con mi propio corazón.







15 de septiembre de 2011

Regreso

29
28
27
26
25...


Estimado Sir:
                           Es curioso que una semana parezca demasiado tiempo, cuando han tenido que pasar tantos siglos antes de volver a verte.
Esta vez, no pasará lo que antaño, lo prometo. Me arriesgo al decirte esto, que logres recordar, pero me consuela  pensar que tal vez lo recuerdas, y  no me  lo hayas mencionado adrede.
Regreso  a verte, una vez más, en pocas horas. Realmente, ¿no habías notado que la primera vez que nos vimos, en esta ocasión,   cuando tu  dijiste que te alegrabas de "finalmente" conocerme, yo te miré incrédula? ¿No te parece curioso que no soportando a casi ninguna mujer más de 48 horas seguidas, conmigo, no tengas recelo? Intenta recordar cuántas veces se te vino a la cabeza este pensamiento: estoy a gusto porque es como si ya la conociera desde hace mucho tiempo...
Un beso.
                Milady



      

Uñitas

Si tuviera que describir mi vida, ni se me pasaría por la cabeza describirla como un cuento de hadas. Jamás me disfracé de princesa de niña, ni esperé al príncipe azul. Nadie me engañó. Lo más parecido a un cuento de hadas que me pasó en mi vida, fue una vez que estaba durmiendo y se me cayó un cuadro que estaba colgado en la cabecera de mi cama, sobre mí, estalló y me despertó. Al extender mi brazo hacia abajo, como tengo aun por costumbre al despertar, me clavé una esquirla en el  dedo índice. Terminé de despertarme presa por el dolor y al ver que mi dedo estaba sangrando, me bajó la tensión y me desmayé.

Mi señora madre, que es anti-monárquica, no solo no me prometió príncipes, si no que me habló pestes de ellos. Eso sí, en cuanto percibió que podía aparecer alguno, me advirtió encarnada: "que se ponga preservativo."


Mi padre nunca me dijo nada, me leyó Pinocho y los Mitos griegos estoicamente, durante años, incluso cuando yo ya me los sabía de memoria y los podía recitar a la par hasta quedarme dormida. 

En retrospectiva, reconozco que era una pequeña déspota. Me alegro. Ya que me iban a pinchar el globo tan pronto, al menos que me fomentaran la imaginación de una manera productiva. 

Al día de hoy, no creo en los cuentos de hadas, la monarquía me parece algo caduco, y los príncipes no me ponen. 

Luego soy un poco contradictoria, porque mi casa está llena de mariposas, lucecitas  de colores y espacios de cuento, tengo miniaturas escondidas por toda la casa, sonadores, espejitos, piedras mágicas, velas de formas imposibles, bolas de cristal, fuentes con duendes, brumas  y cosas por el estilo. 

Es posible la contradicción por lo siguiente : sí creo en las hadas. 

Las hadas no tienen alitas, ni viven en los árboles, ni tienen orejas alargadas. No, las hadas, se plantan y les dan un revés en plena cara  verbalmente a los gilipollas, no cogen el teléfono si están hartas de escuchar tonterías,  clavan las uñitas donde más duele si es necesario, o pasan...

Con las hadas nunca se sabe, un día parece que sí, y otro, parece que no. Están un instante en un sitio, pero luego, desaparecen y reaparecen en el sitio opuesto. Se dejan ver si quieren. Bromean, cambian las cosas de sitio, y a veces, murmuran cosas ininteligibles...


6 de septiembre de 2011

Come again,sweet love doth now invite

Violeta miró a Milady, que parecía morar en los rincones, con la mirada ida.
"Últimamente no hace más que suspirar y escribir esquelitas tétricas" , pensó. La preocupaba sobremanera lo de las esquelitas, que se iban acumulando en los sitios más insospechados y comenzaban a afear el paisaje. Juntó valor y la abordó con esa manera brusca y carente de tacto:
"¿Se puede saber qué demonios te pasa?"  Milady regresó de su ensoñación y murmuró:
"Lo echo de menos".


Violeta se dio cuenta que era comprensible, hacía dos meses que no lo veía prácticamente y nunca habían pasado ninguna de las dos tanto tiempo sin él. Pero en vez de entristecerse sintió indignación, se enfureció con el mundo, con la incomprensión, con la estupidez, con el absurdo, con tantas cosas. Apretó la mandíbula intentando que la ira se quedara allí, como hacía casi siempre. Dejó que Milady saliera a por el pan, y calculó que solamente faltaba media hora para la siguiente clase, es suficiente, convino.


Rebuscó entre sus papeles pero no encontró lo que buscaba. Se dio por vencida cuando solamente faltaban diez minutos. Es curioso cómo nos demoramos en buscar algo, incluso cuando sabemos que no lo vamos a encontrar. Cogió un papel, y un lapicero y garabateó:


"Estimado Sir:
                     Tienes que venir urgentemente a Madrid. Milady está muy triste y ya  no se qué hacer. Atte. Violeta Magenta. "


Como no tenía la dirección, simplemente abrió la ventana, y extendió la mano con la carta. Vertiginosamente le fue arrebatada por un pequeñísimo pájaro de muchos colores y alas que casi no podían verse por la velocidad con la que las movía. "¡A Sevilla!" Gritó. En el mismo instante en que se abría la puerta y Milady entraba con una baguette de medio metro.
"¿Se puede saber qué haces? ¡Tienes medio cuerpo fuera de la ventana! ¡Te puedes caer!".


Violeta cerró la ventana y se volvió hacia su amiga.


"¿Y qué te parece que estoy haciendo? Pues lo que se hace en estos casos, enviar una carta, ¿no?"...


3 de septiembre de 2011

Rabin






Como estaba lloviendo, canceló todos los planes, cerró las ventanas, sin encender ni una sola luz intentó ver en su interior, y no vio nada. 


"Todo es una gran mentira, nada sucede en realidad. Ahora mismo, el que yo piense ésto no debe estar  pasando y aunque lo esté, luego no tendrá la menor importancia. Cuando el otro día caí y luego ellos me dijeron eso, no me sorprendí. No entienden nada, creen que si, pero no, es mucho peor, y no lo saben porque aun no ha sucedido. No soy lo que creen, soy un  impostor y cada vez será peor. Si dejo que esto avance lo atribuirán a un padecimiento neurológico que no existe, como yo mismo. Como no existo no tengo nada que temer y como nunca he existido realmente nadie notará mi ausencia porque nunca he estado. "


"Incluso aunque para ellos sí exista, no tiene que importarme, para mi será una liberación. Jeanne es terrible, es una mujer despiadada y será mejor así. No soportaría verme caer otra vez. Ni yo tampoco."


"Y luego está él, tan perfecto, tan inalcanzable...que solo puede ser una idea..."




Se recostó en el sofá, y sintió como se le entumecían los brazos, vio brumoso su violín. En ese último impulso intentó incorporarse  para alcanzarlo, mientras resbalaba con la alfombra y  se golpeaba la cabeza contra la esquina de mármol de la pequeña  mesa, el único testigo, quedaba condenado a callar para siempre. 










25 de agosto de 2011

Trobairitz







En ese preciso instante en que el sueño, nos deglute o nos expulsa definitivamente, obligándonos a adentrarnos en nuestros propios devaneos diurnos, completamente indefensos, o por el contrario, condenándonos a continuarlos en vigilia,ahí me encontraba yo.


No puedo decirte qué fue lo que pasó.¿Sabes? Existe un punto de inflexión. Pero no me refiero a lo que te estaba contando del sueño, me estoy refiriendo a otra cosa. Como aquella noche, también me refería a otra cosa.


No puedo asegurar en qué  momento fui capturada exactamente, pero ciertamente solo una brisa agitaba     mis cabellos suavemente, así que es imposible que alguien más estuviera allí. Y sin embargo, de pronto, me pareció oír algo, una especie de gemido muy tenue, un llanto tal vez,  pero tenía palabras ininteligibles.


No sentí miedo, pero sí  puedo decir que me inquietaba la procedencia de aquel ...canto, eso era, un canto sollozante impalpable.


-"Espero de corazón que no sea como aquella vez que oí llorar a alguien pidiendo auxilio, y tuve que rastrear en dónde estaba, y salí en plena madrugada   en camisón y descalza a recorrer el edificio, descubriendo que no había puertas en los sitios que se esperaba que estuvieran, y que no pude hacer más que deambular tanteando los muros hasta que  finalmente el llanto cesó, y regresé a la cama sin poder  saber qué era lo que había pasado, porque no supe de dónde  ni de quién provenía la llamada de auxilio."


Agucé el oído y me pareció que provenía de mi ventana, me acerqué y no vi nada, pero entrecerrando mis ojos me pareció distinguir algo en el alfeizar, por fuera. Una figura sentada. Eso tenía que ser, alguien sentado en mi ventana. Para que no se asustara y se cayera, me acerqué sigilosamente y sin descorrer las cortinas, me acurruqué bajo la ventana, para ver y oír mejor.
Cantaba, eso era lo que hacía. No se en qué idioma lo hacía, pero pude entenderla, porque era una mujer.
Le cantaba a alguien. Un hombre, que ya no la amaba (había otra), le decía amigo, pero estaba muy enfadada con él, y sin embargo, aunque orgullosa, era la manera de decir tan pausada y exquisita, que el orgullo y el despecho quedaban escondidos tras la desolación.



-"Deben ayudarme mérito y nobleza 
Y la belleza y aún más la sinceridad de ánimo, 
Por ello os mando allá donde moráis 
Esta canción, que sea mi mensajera; 
Y quiero saber, mi gentil y bello amigo, 
Por qué sois tan altanero y cruel conmigo: 
No sé si por orgullo o mal talante.

Más aún quiero que os diga el mensajero: Por demasiado orgullo mucha gente ha sufrido gran daño."





¡Una carta! ¡Eso era lo que cantaba, cantaba una carta!... Me erguí lentamente y descorrí con suavidad la cortina que nos separaba. Giró levemente la cabeza hacia mi, y sin dejar de cantar, me sonrió.
Aunque concluyó, la música aun pareció seguir vibrando, y le tendí la mano, que estrechó.


-"¿No habías preguntado por mi? Aquí estoy."


No recordé  haber preguntado por ella, porque no tenía ni idea de quien era, no la conocía. ¿Cómo puede uno preguntar por alguien a quien no conoce?. Se lo dije torpemente y me explicó pacientemente:


-"Sí que has preguntado, por eso he venido, ya casi nadie pregunta por mi. ¿No me reconoces? Soy La Condesa de Día".


No pude con mi genio y casi reí, La Condesa de Día me viene a visitar en plena noche,que colosal,  pensé.  Pero me contuve, a una no la viene a visitar a su ventana una Trobairitz de la Aquitania del siglo XII cada día. Interrumpió con su sugerente voz mis elucubraciones humorísticas introspectivas.


-"He venido desde muy lejos, solo podré responderte una pregunta y luego tendré que regresar  al sitio de donde provengo."


Cuando uno no espera a alguien , a quien  en su momento ansió conocer o encontrar, y de pronto, lo tiene frente a sí, parece aturdirse y no reconoce lo que motivaba el deseo original del encuentro. Esto fue exactamente lo que me pasó. Afluyeron a mi cabeza posibles preguntas a borbotones, pero como solo era posible que una sola fuera respondida, todas parecían perder el sentido. Juntando fuerzas e intentando que no me dominara la codicia, sin lograrlo, pregunté:


-"Beatriz, quiero saber todo de ti. ¿Quién eres?"


Me volvió a sonreír, respondiéndome:


-"¿Por qué me llamas Beatriz? Soy la Condesa de Día, escribí bellas canciones, porque amé."


Me extendió la mano, esta vez ella a mi,  y mientras se la estrechaba, comprendí, que es mejor no hacer dos veces la misma pregunta.


En ese preciso instante en que el sueño, nos deglute o nos expulsa definitivamente, obligándonos a adentrarnos en nuestros propios devaneos diurnos, completamente indefensos, o por el contrario, condenándonos a continuarlos en vigilia,ahí me encontraba yo. Me di vuelta en la cama para estrecharte, y no te encontrabas junto a mi, por eso mismo, recordé aquella pregunta que te hice sobre Beatriz de Día,  te preguntaba por ti, aunque no te lo dije. Confío en que  ahora, te habrás dado cuenta.