5 de diciembre de 2011

Qué bien, me voy a tomar un buen vino. Lo pensé y lo escribí, como escribo siempre este tipo de cosas, a modo de exorcismo. No se para qué, porque los demonios no existen. Y pronto recibí el aviso que no me lo bebería sola, muy a mi pesar, se pasarían, como más o menos siempre, se dejarían caer...Así, de manera aleatoria, caprichosa. Hice un último intento telefónico para que el vino fuera solamente para mi.

Hace un año que tengo abierta esa botella, así que tan bueno no debía estar, pero claro, no bebo. Pequeño detalle.


Es que beber en soledad lo encuentro tan deprimente, que prefiero deprimirme solamente. Aunque claro, cuando me estoy deprimiendo sola, lo encuentro tan francamente entretenido que me da risa. Por qué se aburre la gente cuando está sola. Yo encuentro mi compañía tan encantadora que no concibo eso de tener que salir a aburrirme con otros. 

A veces lo echo de menos, sobre todo ahora, que no se muy bien cómo está, pero como se que lo veré muy pronto, mañana por ejemplo, o pasado mañana, enseguida me distraigo, se me desvía la atención hacia esa melodía, aquella, la que recordé ayer...

De pronto oí la voz varonil que desde algún sitio recóndito a diez minutos de mi casa me decía: Era una sorpresa, vamos con ella. En media hora estaremos allí. No te preocupes, pedimos unas pizzas. 
Como último intento me declaré en camisón ya, pero unas palabras malintencionadas me confirmaron la visita. 

Luego siguió una cadena de mensajes de franco mal gusto, con ese humor de mierda que nos caracteriza, que no quieren decir nada, pero que dejan ese tufillo a cosa turbia del pasado, cual zorrino incontinente. 

Pensé en el zorrino y me di cuenta que mejor me cambiaba los calcetines antes de que llegaran.  Cuando estaba oliendo precavidamente los que me había quitado, tocaron el timbre. Pensé que mientras subían podía vestirme, pero en lugar de eso, los dejé en la puerta y me puse mi bata con flores, me recogí a medias el pelo y me quité un pendiente, pasé por el espejo antes de bajar las escaleras y me pregunté: ¿Parezco casual? Me demoré en elegir alguna respuesta del múltiple espectro que se me presentaban como posibilidades,  volvieron a timbrar. Me puse muy nerviosa, así que me senté en el rellano de la escalera para recobrar fuerzas antes de decidir si abría en un minuto o los hacía esperar un poco más. Finalmente cuando llegué al telefonillo, ya habían llamado unas siete veces.

Al abrir la puerta,  me había olvidado para qué venían exactamente. Pero como soy una persona muy sociable, disimulé.

Al fin y al cabo de eso se trata la vida social, de ser el que los demás esperan que uno sea, y el ser uno lo menos posible, para que no lo jodan. Estaba reflexionando sobre esto cuando me di cuenta que no les había ofrecido el vino y comprendí por sus miradas azoradas que eso no era lo que esperaban encontrar. Me sonreí y los invité a sentarse, ya tendría tiempo de fingir haberme olvidado del vino. Hay algo de encantador en ser un pésimo anfitrión, hace que los invitados automáticamente tengan que pedir quitarse los abrigos, preguntar si se pueden sentar, ir a la cocina y buscarse ellos mismos el agua en la nevera, y es eso mismo lo que los obliga a sentirse en casa. Lo hago todo el tiempo. Me gusta que la gente se sienta cómoda. 

Se quitaron los abrigos y los pusieron en la escalera  y él, lo puso en el sofá, como hace siempre. Encendió un cigarrillo en mi salón y me sonrió, sabiendo que me enferma que no me pregunte. Como revancha le pedí que eligiera uno de los vinos que tenía en la cocina, y lo desterré del salón inmediatamente. en cuanto salió, rápidamente antes que los otros regresaran del baño y la cocina, le sustraje el paquete de cigarrillos, cogí dos  y se lo escondí luego en un mueble. 

Ya con el vino, las pizzas, y la charla superficial me puse un poco más en situación. Mis amigos son un poco así, unas especies de dandys que trabajan.Pero básicamente son eso. Los quiero mucho, la verdad, pero no los soporto más de quince minutos al mes. Tengo la ventaja de que me he acostado con casi todos ellos en un pasado lejano y no siento el menor interés en ellos. Muy por el contrario me sorprendo a veces cuando los escucho hablar, porque me aburren soberanamente y no se de qué hablaba los veinte minutos antes, ni los tres minutos de  después. Escarbé pero no pude recordar, lo qué si , es que me sobrevino esa sensación de vacío. Por momentos, tengo esa sensación, ese vacío, esa tristeza, pero luego se me pasa. Hace poco leí sobre estos cambios bruscos de estados de ánimo, algo así como que podían ser un indicador de Alzheimer en un futuro, pero no me preocupé en lo más mínimo porque de todas formas, cuando tenga Alzheimer no me recordaré ni de los cambios de estado de ánimo, ni de nada...

La conversación giraba en torno a la política, algo muy importante, pero que no me importaba un bledo en ese instante, porque me recordé de tus ojos marinos.El señor tabaco buscaba con desesperación el paquete que le había hurtado rato antes y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no reírme . Cuando vi que la situación era insostenible y que comenzaba a molestar al resto preguntándoles si habían visto el tesoro perdido, me llevé las manos a la cara y me escondí en ellas haciendo que me apesadumbraba la conversación. Entonces la cosa dio un vuelco hacia la situación económica y yo comencé a reírme a carcajadas. De locos. Solo el aludido comprendió lo que pasaba y levantándose se dirigió hacia mi y me cogió como si yo fuera una bolsa de papas mientras yo intentaba liberarme histérica por las cosquillas.  
Los demás, novia-amiga incluida, son todos tan psicoanalizados que tomaron una escena tan desbordada como algo natural y siguieron con la charla abstrusa.
Al liberarme en el sofá, lejos del mundanal ruido, agotado, luego de haber estado levantando un fardo de patatas que pesaba lo que  tres, acusarme de golfilla y recuperar la droga, se sentó a mi lado, me abrazó y me preguntó suavemente cómo estaba. 

Estoy bien, siempre estoy bien, incluso cuando estoy mal. Hasta en la desdicha me siento afortunada. Por eso puedo seguir. Supongo. No dije nada de esto, solo cerré los ojos y pude sentir tu barba blanca entre mis dedos, y quise una vez más, estar contigo. Creo que me quedé así, en el sofá, con los ojos cerrados, sin hablar, no se cuánto tiempo, pero de pronto recordé que estaban mis amigos. Y abrí los ojos. Me había quedado sola tras el biombo y allí permanecí un poco más, y fue entonces que aquella canción me acarició la oreja,  busqué entonces esa clase de  papel con cinco líneas y cuatro espacios que me unió a ti de alguna manera, y un bolígrafo azul y regresé con los demás, pero en camisón y bata. Me ubiqué en un ángulo de la mesa, apartando los vasos y lo que sobraba de pizzas y canté la melodía, y la escribí. Más o menos seguían hablando, ya te dije antes que son todos así, psicoanalizados. Alguien preguntó si era para la audición y creo que dije que no, que tenía que terminarlo para mañana.  Para ti. Y para mi.

¿Sabes qué me parece? Pienso demasiado, pero no llego a ninguna conclusión. Hoy por ejemplo, me preguntaba por qué si les habías hecho cappuccinos como a mi, y las habías abrazado, como a mi, y te habían echado de menos, como yo a ti, por qué no estabas con todas ellas aun. Solo puedo decir que si Dios existiera, estaría sentado sobre el libro de los "por qué", pero como no existe, tuvo que ser el Alzheimer. El tuyo... el de ellas.  

Al fin la noche terminó de decaer, que era lo que había estado haciendo desde que les  abrí la puerta y se estampó la realidad de las dos de una madrugada de invierno. Cuando se fueron regresé arriba y como ya estaba en camisón me metí en la cama rápidamente, después de lavarme los dientes. 
Si pudiera regresaría atrás en el tiempo, al invierno pasado, por ejemplo, me gustaría cambiar las cosas. ¿Sabes cuáles? Pues te hubiera recibido con la misma cena, y hubiéramos dicho las mismas cosas.Y nos habríamos despedido como lo hicimos entonces. Y luego, yo hubiera ido a buscarte como lo hice, y hubiera regresado una vez más, como pasó. Hasta hoy, que mientras te escribo todo esto, me doy cuenta que lo hago porque en verdad, me gustaría dormir contigo esta noche.

1 comentario:

  1. Milady, puede que no a todo el mundo les gusten los cappuccini... ni los abrazos...

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