21 de octubre de 2011

Una receta que me dio mi abuelita Monchita

Receta para cocinar  un cuento de hadas:


Un corazón (a lo sumo dos).
Una manzana.
Una palacio.
Una casa sin puertas.
Un par de llaves que no se correspondan con las cerraduras.
Un par de hadas.
Una dama desdichada.
Un caballero solitario.
Una pausa para ir al baño y lavarse los dientes.
Un niño que escuche.
Amor en polvo.
Una mente abierta e imaginativa para lograr un final feliz.



20 de octubre de 2011

Realidades

La veía desde el otro extremo, estaba sentada en el sofá,  no se muy bien qué hacía, quizás estaba escribiendo algo. Esta vez, me prometí a mi misma  no leer lo que había escrito. Siempre me pareció horrorosa la piedad, pero la sentí. Me pareció incluso injusto, que una vez más le sucediera lo mismo. Siempre he sido bastante impía con las ilusiones rotas. Sin embargo, esta vez, sentí un nudo en la garganta. Dudé por un momento qué sería mejor, si permanecer en la penumbra o acercarme para que me viera, y no me llegué a aclarar. Por eso,  me apoyé y comprimí a la pared como si yo misma, fuera el deseo inconsciente del que quiere no existir. En el fondo, ella debe sentirse igual, me pareció, pero tampoco supe exactamente si esto era cierto. 
A contraluz, vi que le resbalaba una lágrima por la mejilla. Me acerqué finalmente, dispuesta a abordarla con uno de mis exabruptos, para desviar su atención. Pero mientras me dirigía hacia ella, volviéndose hacia mi, con su mirada penetrante, deteniéndome, balbuceó:  no existe salida. 

"La realidad me tiene maniatada, me asfixia, y me aplasta. Intento ponerme de pie, una y otra vez, y al recobrar fuerzas, desde el lado opuesto hacia donde miro, que suele ser hacia delante, dispuesta a reanudar el camino, me ataca nuevamente, ya con una gran bolsa de un peso increíble e insoportable, o simplemente me incrusta algún elemento cortante, para que me vuelva a quedar atrapada, o me pueda seguir desangrando poco a poco."


Tiene razón, pensé,  intenté que se me ocurriera alguna estrategia para distraerla, para arrastrarla aunque no más fuera unos instantes hacia la luz que aún nos bañaba, desde la ventana del salón.Cero. 

De noche, me llegaron desde la calle unos sonidos tenues, que podían confundirse fácilmente fundiéndose con la bruma. Las brumas que antes habían sido luz. Me deslicé tras las cortinas, e intenté divisar algo, pero tuve que esperar que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad. Solo veía borroso a un hombre pequeño, que vestido con una especie de  túnica negra, tocaba un instrumento del cual  desconozco el nombre. Colándose entre las cortinas, la vi mirar hacia abajo, ya completamente repuesta de lo de la tarde. Sentí curiosidad. Juntando valor pregunté:
-¿Quién es? 

Me miró divertida y mientras se masticaba un bocado de  pan respondió:

-No tengo ni la menor idea...

14 de octubre de 2011

Lugar común

Enumerando en su cabeza una y otra vez, lo que no quería. Manteniendo su cabeza fría y con las ideas claras. Encontrándose exactamente con todos estos "no quiero", porque simplemente los estaba invocando. Columpiándose entre el positivismo sin cimientos y el escepticismo irracional. Dejándose caer al vacío sabiendo que se iba a dar otro porrazo. Hasta que desde el suelo, vio al abrir los ojos, la extraña aparición, que no habiendo sido deseada jamás, tampoco podía ser reconocida. Encandilada, levemente atontada tras  el último golpe, percibiendo en el otro, quizás, un igual que le extendía la mano, se la estrechó. Dialogando, a veces un poco a su pesar, rehuyendo el cúmulo de capacidades que se le mostraban, jugando,  postergando. Cayendo en la tentación, o por mera crueldad, le dio la llave. Arrepintiéndose instantáneamente, no sabiendo,  lo inexorable. Desmadejada, con miedo, seductora o seducida, frágil, conmovida. Abandonada al beso, acariciada, adormecida. Él la abrazó. 


En tus brazos, como otros ya han escrito, el tiempo, parece detenerse, en un  instante  en el que no debería pasarnos nada más. 






Violeta miró a Milady y bostezó. "Otra vez ésta, con sus anotaciones estólidas en el librito", pensó. "¡Qué paciencia que le tengo, la verdad!". Milady estaba con un estado de ánimo estupendo, completamente ajena a la maledicencia, se dirigió cándida: "¿Violeta Magenta por qué?"
Con el ceño fruncido, y con fastidio le llegó la respuesta: "Bueno, a decir verdad, no lo se, Violeta es un color y  una flor , que creo que se regala en señal de lealtad, y Magenta es un color,una reafirmación del color Violeta,son colores muy espirituales, y no recuerdo dónde leí que nos hacen sentir el deseo de apartarnos de las exigencias del mundo y evitar los desafíos ...pero y ahora...¿ Qué te ha dado por preguntarme ésto?"
Divertida, Milady, se sonrió, y dejando el libro de las memeces sobre el piano, opinó :"¡Ah! Nunca se me hubiera ocurrido pensar en ti de esa manera solamente...Debes tener otras cosas guardadas por ahí".




12 de octubre de 2011

Contratiempo doméstico

Insistente, un repiqueteo que provenía de la parte superior  la distrajo de sus elucubraciones. Se levantó de la silla y sigilosamente se dirigió hacia el pie de la escalera. Se sobresaltó al encontrarse con mi sombra , yo estaba  escondida en la cocina. Al cruzarse nuestras  miradas, me  hizo el gesto de que no hiciera ruido. La casa se quedó completamente en silencio, solo desde el salón, la pequeña cascada murmuraba.  Se metió en la cocina y me susurró: "¿Has vuelto a dejar la ventana abierta?  Le dije que no. Pero podría  haber sido que sí. 

Otra vez nos llegó desde arriba una  especie de crujido que se intercalaba con un golpeteo. Se acercaba y se alejaba, siempre escaleras arriba. Le pregunté donde estaban el gato y el niño, y  me  señaló el salón. Dormían. Mejor así, no se enterarían de nada. Estuvo todo en reposo por un momento y comenzó nuevamente. Pude ver la tensión que se acumulaba en sus mandíbulas y le cogí la mano. "Voy a subir", pensé, pero no me dio tiempo, soltó su mano fría de la mía , casi con brusquedad. "Quédate aquí". Subió dos peldaños y regresó a la cocina. Creí que se había arrepentido que el miedo la habría echado para atrás, pero solo había olvidado la escoba. Por segunda vez embistió contra las escaleras, esta vez sin casi posar sus pies. Desapareció. En vez de quedarme paralizada, me acerqué al umbral, y finalmente al pie. Aguzando el oído y resolviendo subir yo también inmediatamente si en breves instantes no tenía noticias. El ruido que no había parado aun pareció acercarse hacia las escaleras pero en la parte superior y al mismo tiempo que me sentí desfallecer, oí un golpe parecido a un escobazo. Me quedé inmóvil, pegada a la puerta, sin saber qué hacer y cuando estaba dispuesta a subir la vi que se asomaba con sonrisa triunfante por la barandilla justo sobre mi. Fue solo un instante porque  me cubrió la  cara un pañuelo de gasa, mi pañuelo, violeta magenta, embebido en mi propio perfume. 

"Póntelo, anda, cúbrete bien, no sea  que regrese otra vez".


Más tarde, sorbiendo el te, me dijo, sombría:  "No vuelvas a dejar la ventana abierta, o al menos, no te descubras. No por nada, pero no deja de ser un verdadero engorro todo esto". 

Esa noche dormimos abajo, la última vez que tuvimos que reventar  con la escoba una pequeña mentira que se nos había colado bajo mi cama, dejó un olor pestilente por varios días. 
 






11 de octubre de 2011

Invierno






Entre nosotros, así, en la intimidad, a modo de confesión, como al pasar, sin que nadie pueda darse cuenta, te voy a decir algo: para decir dos palabras, a veces, perdemos toda una vida.
Por no decirlas, las cosas  se pervierten, se desfiguran, se malinterpretan, se corrompen, se pudren. Se pasa el buen momento, o no.
Podría ser que la otra noche, te las dijera. Y tu también.
Es todo tan misterioso, tan enigmático, tan brumoso, que podría no haber pasado en verdad.
Yéndome por las ramas, te digo, no es que me diviertas, aunque tus bromas, a veces, me hagan reír, es otra cosa, algo así : te detuviste a no creerme. Eso es básicamente lo que te hace diferente a todos los demás. Te detuviste a no creerme, confiando en mi. Te sinceraste, tácitamente, y luego, hiciste lo que hago yo, te sentaste a esperar. Pero lo que me asombra poderosamente, es que hayas hecho algo más que también hago , me estudiaste, sin sacar conclusiones apresuradas.
En todo caso, ésto, me asombra, me deleita, pero no creo que tenga que ver con lo que tengo que decirte desde la otra noche hasta vaya a saber cuando.
"Nadie te cree." No estés tan seguro. Mira, en primer lugar, ¿cuántos te crees tu que son tan duchos en las alegorías? ¿Y cuántos de estos pocos crees que tienen tiempo y ganas de desmadejar el discurso contradictorio de una mujer en esta  esperpéntica época de la fast food? Menos aún.
Y continuando, te puedo decir que realmente cuando alguien me cuenta que se acostó con tal o cual, ostentando esa estúpida idea de liberación asociada al sexo sin compromisos, ¿sabes lo que pienso? Exacto. Cierto, cierto, ya lo hablamos, el sexo es una metáfora del amor. ¿Y el amor? Esa palabra que siempre intento desvirtuar sin lograrlo, al menos sin lograr que tu te creas ni una mísera parte del  subproducto de mis tan notables esfuerzos. ¿Y la locura? ¿No crees que estoy loca? No, ya se que no. También juego con eso todo el tiempo. Es que para perder algo, habría que haberlo tenido...A eso iba. Eso es justamente lo que iba a decir.
 Recuerdo  aquel  instante en que  me diste la espalda,  y yo enfurecida, hice que te volvieras. Pero ahora cuando sin estar, pareces estar, me reconfortas. Si, las cosas son tan simples : te quiero.

6 de octubre de 2011

Delicatessen



  "¿Qué crees que le pasó a ésta?" Hizo una mueca desencajando la mandíbula. Sin mirarlo, el otro, respondió: "Nada, su marido la apuñaló  y luego dio marcha atrás con el camión de basura que conducía, sobre ella. "


Sr. Muecas se quedó solo, se quitó la peluca de rizos, y de memoria se desmaquilló con un algodón embebido en un líquido tan confuso como su sentido del humor.  Miró su reflejo descolorido y no se reconoció. 


Cuando a los teatreros se les apagan las luces de escena, se quedan sin rostro. Los histriones no tienen vida propia, viven a través de los personajes prestados. Terminan tan confundidos que finalmente no saben muy bien ni quienes son. No son nadie. 


Salió por la puerta lateral, y creyó ver una sombra en la esquina de alguien que esperaba en la  calle que hacía cruz. Contuvo la respiración, no podía ser luego de tanto tiempo, no era posible. Aun así, metió las manos en el abrigo, cerró los puños y apretó el paso. La sombra seguía allí. Cuando llegó a la intersección luchando contra su propia crispación, giró la cabeza forzándose a mirar. Descubrió que no era otra cosa que la sombra que proyectaba una caja junto a los cubos de la basura. Sobre la caja, se posaba un bombín que había erigido humanidad a la sombra. 


Debería haber seguido su camino, pero lo pudo la curiosidad.Aun sintiendo sus piernas temblorosas, se acercó a la caja  y cogió el bombín con un poco de aprensión. No parecía estar en malas condiciones a simple vista. Se sintió un poco avergonzado de estar revolviendo en la basura. Miró a su alrededor para asegurarse que nadie podía verlo y lo deslizó dentro de una pequeña bolsa que llevaba siempre con él . 


Deshizo sus pasos para retomar el camino a casa que hacía cada noche en los últimos seis meses, solo. Bueno, era afortunado, no todo el mundo podía hacer el mismo camino del trabajo a casa seis meses seguidos. Y esta noche, con un plus, el bombín. No todos los días uno se encuentra algo así. Perdón, todas las noches.


Cuando llegó y entró en su casa, encontrando la misma vaciedad que había dejado antes de irse ,y que llenaba sus días uno a uno, por un momento, olvidó el botín capturado. Pero cuando uno no tiene nada más que una bolsa y un patético sombrerillo encontrado en la basura, para compartir la soledad de la noche, la amnesia momentánea, no es más que un regodeo en el propio ningunismo. 


Histéricamente se abalanzó sobre ella, que descansaba sobre el sofá, la cogió del cuello y le dijo: "¿Cómo has podido, zorra?".


Apretó las mandíbulas y cerró los ojos intentando que no lo tocara el recuerdo. No tiene caso, claro que no tiene caso, es mejor abrir los ojos cuando uno no quiere recordar, no, tampoco, los recuerdos son casi las únicas cosas que se ven indistintamente con los párpados abiertos o cerrados. Lo cierto, es que al abrirlos, la bolsa, burlona, le insinuaba una chepa. Rescatando el bombín, se sentó a la mesa dispuesto a practicarle  la autopsia. 


Al tenerlo frente a frente, luego de haber planeado infinidad de veces matarlo, simplemente rompió en una carcajada absurda, como de demente, y luego  a llorar como si tuviera cinco años.Y solo murmuró, entre sollozos:" ¿Cómo has podido, canalla?".


Al tenerlo frente a frente y con la luz directa, le pareció un poco más gastado que a la luz de la luna. 


Debería darnos vergüenza de lo poco auto críticos que somos, y lo crueles que podemos ser  con los objetos que robamos de la basura. 




Le dio la vuelta, dejándole las tripas al aire, y descubrió que el forro estaba descocido. Sin pensarlo lo arrancó de cuajo y salió despedido violentamente algo pesado de dentro que cayó y quedó oculto bajo el sofá, un poco más allá. Tuvo que ponerse en pie para luego arrodillarse.Apoyando su mejilla en el suelo y sintiendo el olor del polvo, sin lograr  ver nada extendió el brazo y finalmente dio con el objeto, lo atrajo hacia si, suavemente.Un cortapapeles de metal, no demasiado grande, que parecía una espada en miniatura.


Lo puso junto a su amigo, y los miró a ambos  un momento.




Los miró a ambos un momento, pero no llegó a ninguna conclusión, solo decidió irse. Así son las cosas a veces cuando no hay nada que hacer.



¡Ah! Aquel recuerdo, siempre el mismo, una y otra vez...





Con respecto a estos dos nuevos amigos, tampoco habría nada que hacer con ellos. Tenía un sitio ideal para alojarlos en la habitación pequeña, junto con los demás. Allí están ahora mismo, junto con los otros cinco bombines y los otros cinco cortapapeles.




5 de octubre de 2011

No estreche mi mano, por favor.



  ¿Alguna vez han conocido a alguien que tuviera eso que llaman intuición femenina?Yo sí, un par de veces al menos. Imagino que debe ser terrible tenerla. No quiero pensar como deben sentirse esas personas cuando de pronto sin saber por que, presienten lo que está pasando o va a pasar, sin llegar a ser videntes.


No me gustaría tenerla, debe ser mucho peor que ir por la calle y de pronto sentir que alguien tiene olor a muerte. O que te llamen una mañana para decir que tu padre ha muerto y no poder llorar porque ya lo  habías llorado la noche anterior. Es que luego, convives con otro tipo de emociones o sin ellas. O despedirte de tu hijo que se va de vacaciones un mes y mientras le dices"no te preocupes, te veo en unos días", una voz te susurre:"no estés tan segura". O en menor medida, creo, que alguien te presente al amor de su vida, y tu, mientras le estrechas la mano, sabes que no lo volverás a ver nunca más. 


Básicamente, yo miento. Muchas veces, cuento las cosas levemente tergiversadas. Por ejemplo, digo:"Me quedé de piedra cuando me enteré que su madre había muerto". Miento. Yo lo sabía. No me enfadé porque no me dijeran que la madre de esa niñita había muerto. Me enfadé conmigo misma por saberlo. Claro que me entristecí por ella, pero también me entristecí por mi. Porque no quiero saber nada. 


A mi, lo que me gustaría, sería tener un sexto sentido. Para mi el sexto sentido es la capacidad de amar. Pero vivo en alta mar, y me azota la tormenta, o la sequía, o me dejo llevar con la calma a la deriva, intentando no ver nada, adentrándome en la bruma. 


También tiene sus cosas buenas este mal que me aqueja, sobre todo para los demás. Como ese hombre que me quería, pero me dijo que no me quería, y yo, aunque sabía que mentía, lo dejé. 


Ahora se ha cansado de llamar. También es cierto que  sabía cuando iba a hacerlo, así que bajaba el volumen del teléfono. 


Entonces, creo que veo la salida a esto.Voy a entornar mis párpados, para no ver nada más. Solo voy a dejar que el viento, acaricie los sonadores que tengo por toda mi casa, y mientras los escucho tintinear, imaginaré cosas que me gustaría que sucedieran, o mejor no, porque si pasaran las cosas así, tendría, una vez más, que hacerme la sorprendida.