22 de diciembre de 2013

Vida que duele, que lastima, que envenena, intoxica, hiere. Vida que canta, que arrulla, que grita, gime, duerme. Vida que ríe, que mana, que ahonda, va, viene. Vida que comienza, que transcurre, que pasa, suspira, muere.

29 de agosto de 2013

¿Has sentido esa sutil diferencia entre la alegría y el sobresalto? ¿Y te ha dado un vuelco el corazón al girar el coche en una curva en camino de montaña? 
¿O algo frío caer por tus mejillas primero para luego comprender la tristeza de tus propias lágrimas? 
¿Emocionarte acaso con la luz que irradian esas pequeñas y sonrosadas mejillas en una almohada?
 ¿En la desazón de la aparente nada tumbarte, ya que crees que así, el propio desasosiego te abandonará más pronto?
 ¿Despertar una mañana y descubrir que los pájaros que cantan parecen haber roto el hechizo de la noche de agonía? 
 Y todos los demás etcéteras, ¿los has sentido? Yo tampoco. Pero todo lo que si he sentido, es lo que me hace saber que importa poco quien creas que está a tu lado.


26 de agosto de 2013

Ultimatum

Quiero que me leas atentamente. Porque probablemente no haya otra oportunidad. ¿Me entiendes, no? Estoy harta de tu egoísmo, de tu egocentrismo, tu egolatría, de tus ausencias. De tus tonterías. De tus bromas absurdas. De tu miedo a todo sin temerle a nada. De tu falsa modestia y tus complejos de inferioridad.
Es un  ultimatum. Porque esto se acaba, y se acaba para siempre. 
Y deja de intentar conectar con el mundo. Deja de contar. De escribir. Deja de escribirte. 
Abandona la estupidez. Deja de pensar que eres el ser más desgraciado del universo. Deja de pensar que eres feliz así. 
Deja de pensar que si le das una moneda al mendigo de la puerta del supermercado eres mejor persona y el mundo será mejor. 
Deja de sentir que quieres a todo el mundo mientras no quieres a nadie.  Deja de odiarlos y odiarte. 

Lo encontré en la puerta de la nevera hace unas horas. Me sorprendió que no hubiera perdido actualidad. Me pareció triste que no la hubiera perdido. 

21 de agosto de 2013

Varamientos

Esto venía a cuento de los varamientos. Se me vino a la cabeza en un momento dado. Tal vez iba  por el litro de cerveza, así que era de lo más normal que se me viniera algo así a la cabeza, supongo. Nunca entendí eso de que uno bebe para olvidar. Yo bebo para recordar. 

Estamos de acuerdo  que los varamientos son encallamientos de cetáceos en la arena de la playa o en la orilla del mar. Esta situación es a menudo fatal para los cetáceos ya que pueden morir de deshidratación. También suele suceder que sus pulmones quedan aplastados debido al gran peso de estos animales en tierra firme. En muchas ocasiones se hacen esfuerzos para salvarlas pero no siempre es posible. 


Odio salir, ya lo comenté antes. Y detesto beber. No soporto a la gente. Amo a la humanidad pero detesto a las personas. Luego me caen bastante bien individualmente, salvando las distancias. Ya lo comenté también. Me interesan las personas. Lo que cuentan. Lo que opinan. A veces me detengo a ver qué me cuenta un completo extraño en plena calle y eso que soy fóbica. Pero es más interesante el tener que detenerme y escuchar alguna historia de algún desconocido siendo fóbica. 

Luego no respondo las llamadas de mis amigos. Soy un poco incoherente. Me avergüenza reconocerlo, pero tengo una imagen de mi recurrente. Suena el teléfono, y veo que es uno de mis amigos el que llama, tengo la mano en el teléfono lista para responder en un instante...pero espero que el aparato deje de sonar. Reflexiono dos o tres minutos sobre lo que seguramente iba a contarme el que llamaba, hago una lista con ítems,  opción a, b, c...nunca hay más de tres posibilidades, la gente siempre habla de lo mismo que suelen ser dos o tres cosas y las ordenan de manera alterna. Me bebo un vaso de agua y llamo.  Ya preparada para escuchar. 

He llegado a escuchar a amigos en crisis tres horas al teléfono, decir algo, llorar, y decir lo contrario de lo que dijeron al comenzar, una y otra y otra vez. Lo confieso, no pienso nada en estos momentos. Tal vez, solo empatice. 

Cuando estoy mal, cuando me sucede algo muy chungo, me han sucedido cosas muy chungas en la vida, la verdad, no llamo a nadie. No se muy bien por qué, pero prefiero no hacerlo, es posible que por no joder. En mi otra casa, cuando hace dos veranos mi hijo no fue devuelto por su padre al final de las vacaciones, me sentía muy angustiada y  me metía dentro del armario. A los diez minutos de estar allí dentro  estaba tan agobiada por el calor en pleno agosto, que al salir de allí, se me aclaraban las ideas. 


Lo malo de los problemas sentimentales es que suelen venir acompañados de la idea absurda de la división del bien y el mal. El que te llama es el bueno, y se intenta convencer a si mismo de que está en lo cierto, no te llama para que le des tu opinión, llama para que le digas que tiene razón en todo. 


No creo en Dios, pero creo menos en las crisis de pareja y en las llamadas de teléfono que estas ocasionan. 


No se si creo en las crisis de pareja. Creo que las personas se obcecan en una estructura con calzador, cuando ya no hay manera de embutirse o embutir al otro, lo llaman crisis de pareja. Es agobiante. Cuando esto sucede, no puedo dejar de imaginarme observando lo que me cuentan y ver una inmensa playa detrás. Han estado nadando estas personas en las profundidades, flotando. Por momentos, me parece que los cuerpos de los protagonistas de la historia, emergen y se encallan en la arena. Se tienden sus manos, se entrelaza, para luego soltarse indignados, horrorizados, luego comienzan a aparecer otros cuerpos, traídos de un lado, de otro, la infidelidad, que me da náuseas.  Esta situación es a menudo fatal, el amor muere de deshidratación. También suele suceder que sus pulmones quedan aplastados por el gran peso que el compromiso tiene en tierra firme. Se hacen esfuerzos por salvarlos pero no siempre es posible. Porque en general, las distancias, son insalvables. Soy muy incoherente. Me contradigo. Por un lado, digo que no creo en la estructura impuesta del amor o blasfemo contra el amor, digo que no existe, para luego, sentir nauseas por la infidelidad. Es que los seres humanos somos muy contradictorios. Y muy hipócritas.  Y muy infelices, atrapados por nuestra supuesta capacidad de razonar. Pero pensamos muy poco, y encima, cuando pensamos, lo hacemos mal.


Si, es evidente, no hay que salir de las profundidades. Bajo ningún concepto hay que acercarse a la orilla. Para evitar los varamientos. 


3 de agosto de 2013

Más que nada

Tal vez sea eso, más que nada.
Lo que comúnmente llamo tu omnisciente ausencia.
El pasarla sola, la angustia, la pena.
O las alegrías, que nos dan mil vueltas. 
Tal vez sea eso, solo una palabra.
Que se enquista, jode, huye, o me trepana.
O que leas solo, o no leas nada.
O que mueras solo, y no veas nada. 

No te escribo del infame que es destino.
Del estéril que amamanta.
Ni del ciego en bicicleta, ni de la vena cava.

Sin palabras te escribo.
Para que las leas solo, o no las leas nada.
Para que las mueras solo, o no las veas nada. 



18 de febrero de 2013

Bicicleta

Nunca pude aprender a montar en bici. Aprender era un riesgo para mi. Era caerme. Al principio lo ansiaba, pero luego ya no.Aprender, no el riesgo.
De todas formas, no me rompí un brazo, pero me rompí un montón de otras cosas en la vida. Muchas veces de manera completamente innecesaria. Como todos. 
¿Por qué algunos nos aferramos tanto al pasado? No lo tengo muy claro, pero podría ser porque el presente no lo percibimos como si lo fuera, y el futuro es horrible. Por la misma razón que miramos películas que terminen bien. Por ilusos. 
Un poco como eso otro del arte blablabla. Alguien que se dedique a cualquier disciplina de esas llamadas artística es un miserable desgraciado. Como todos. 
Los músicos por ejemplo, se suben a un escenario y tocan y el público cree que son personas que tienen la suerte de hacer algo que les gusta. Se piensa ésto, en general, porque  solo es en ese momento que  oye esa música,  nunca antes, y muy probablemente, nunca más después. Pero es una falacia, el músico ha estado aguantando esas combinaciones de sonidos, una y otra y otra vez, hasta la repulsión. Luego de días de ese "instante mágico que me tocó el alma", siempre hay algún mamerto que dice cosas así, o "¡qué bonito, me he emocionado!", esto en general lo decimos las señoras, el músico sueña con un pasaje o dos, que lo persigue, lo agobia, canta en sueños, lo asesina, lo ahoga, hasta que finalmente lo deja en paz porque su sitio lo ha ocupado otro pasaje tan psicópata como el anterior. Luego está aquello otro, lo de que el arte es algo tan espiritual que no hay por qué pagarlo, parece dar miedo que se ensucie, que se nos cague. A los pintores les pasa más o menos igual, y a los escritores. Y se mueren más o menos de hambre. Como todos. 
Ahora que lo pienso, estaba hablando de los riesgos de aprender a andar en bicicleta y romperse un brazo. Una gilipollez en toda regla, teniendo en cuenta que al día de hoy, si uno decide subirse a un escenario es aceptar que te aplaudan y te adulen, al mismo tiempo que ven como te acabas de romper el culo sin que haya escayola para eso y les da igual. 

Así que la próxima vez que tenga la oportunidad, aprenderé a montar en bicicleta.