20 de febrero de 2012





Quería contarte algo, a la distancia. La distancia es como una cárcel. La cárcel de la propia libertad. Como la visión. Hay tanto para ver que uno no ve nada. Vivimos rodeados de tantos estímulos visuales que no vemos, tantos estímulos auditivos que no oímos y tantas consignas que no sentimos. De vez en cuando, nos damos cuenta e intentamos revelarnos. Eso es lo que me pasó a mi.
Claro que primero tuve que poder percibir muchas cosas. Miré  y no vi nada. No vi nada porque no había nada. Escuché y no comprendí nada. Finalmente intenté sentir y no pude. Se me ocurrió que el error era el orden, y otra vez caí en la trampa y miré a mi alrededor, y todo se volvió oscuro, porque ya no creía.
Solo percibía entre las tinieblas una falsa felicidad, personas engañándose a si mismos y a otros, dañándose y dañando sin darse cuenta. Yo también, pensé.
No se si existe el amor. Pero de existir, no se si podría reconocerlo. Sin embargo, no recuerdo haber sentido antes algo tan parecido a lo que imagino, es mi felicidad.