9 de mayo de 2007

Jamás hay que mirar atrás

Jamás hay que mirar atrás. Regla número uno cuando decides olvidarte de un maltratador. Pero debería ser la regla número uno cuando lo conoces también. Yo me he muerto durante cuatro años con uno. Y eso no me habría  pasado si no hubiera mirado atrás. Yo no le echo la culpa a mi padre de nada. La responsabilidad de no mirar hacia adelante fue mía, él, ya estaba muerto hacía mucho.
Lo mejor que podría hacer ahora, para no mirar atrás la próxima vez, sería caminar marcha atrás unos pasos, para poder ver todo lo que pasó de frente. Y de paso, coger impulso. Para poder saltar.
Igualmente ahora,  los maltratadores físicos tienen etiquetas identificatorias  invisibles para la mayoría de la gente, pero yo las veo. En el metro a veces los veo, los veo en los parques, en las esquinas, en los bares, van acompañados de ellas. Y bajo la vista para no volver otra vez a mirar a donde no debo. Si puedo, eso si, los miro a ellos a los ojos. Les mantengo la mirada fija, incluso elevo el mentón, en actitud desafiante. Más de una vez he visto como apretaban sus mandíbulas. Luego los olvido. No puedo ocupar con mierda el poco espacio interneuronal que me queda.

6 de abril de 2007

Me amo a mi misma por todas las virtudes que no tengo.

Me amo a mi misma por todas las virtudes que no tengo. 

No soy constante, y eso no me permite el aburrimiento.
No soy fiel, y eso es lo que no deja que ame a un solo hombre demasiado.
No soy  reflexiva y eso me lleva a  no vivir situaciones que no estén al límite.
No soy guapa y eso hace que no necesite mirarme al espejo.
No soy tolerante y entonces no torturo a nadie con mis imposiciones demasiado tiempo.
No soy talentosa por lo tanto no puedo dejar de estudiar.
No soy graciosa y no intento serlo.
No soy piadosa y no creo que nadie deba sentir lástima por mi.


Por eso, cuando el otro día me dijiste que me querías, te pregunté cual de todas las virtudes que no tenía era la que menos te gustaba de mí.