11 de octubre de 2011

Invierno






Entre nosotros, así, en la intimidad, a modo de confesión, como al pasar, sin que nadie pueda darse cuenta, te voy a decir algo: para decir dos palabras, a veces, perdemos toda una vida.
Por no decirlas, las cosas  se pervierten, se desfiguran, se malinterpretan, se corrompen, se pudren. Se pasa el buen momento, o no.
Podría ser que la otra noche, te las dijera. Y tu también.
Es todo tan misterioso, tan enigmático, tan brumoso, que podría no haber pasado en verdad.
Yéndome por las ramas, te digo, no es que me diviertas, aunque tus bromas, a veces, me hagan reír, es otra cosa, algo así : te detuviste a no creerme. Eso es básicamente lo que te hace diferente a todos los demás. Te detuviste a no creerme, confiando en mi. Te sinceraste, tácitamente, y luego, hiciste lo que hago yo, te sentaste a esperar. Pero lo que me asombra poderosamente, es que hayas hecho algo más que también hago , me estudiaste, sin sacar conclusiones apresuradas.
En todo caso, ésto, me asombra, me deleita, pero no creo que tenga que ver con lo que tengo que decirte desde la otra noche hasta vaya a saber cuando.
"Nadie te cree." No estés tan seguro. Mira, en primer lugar, ¿cuántos te crees tu que son tan duchos en las alegorías? ¿Y cuántos de estos pocos crees que tienen tiempo y ganas de desmadejar el discurso contradictorio de una mujer en esta  esperpéntica época de la fast food? Menos aún.
Y continuando, te puedo decir que realmente cuando alguien me cuenta que se acostó con tal o cual, ostentando esa estúpida idea de liberación asociada al sexo sin compromisos, ¿sabes lo que pienso? Exacto. Cierto, cierto, ya lo hablamos, el sexo es una metáfora del amor. ¿Y el amor? Esa palabra que siempre intento desvirtuar sin lograrlo, al menos sin lograr que tu te creas ni una mísera parte del  subproducto de mis tan notables esfuerzos. ¿Y la locura? ¿No crees que estoy loca? No, ya se que no. También juego con eso todo el tiempo. Es que para perder algo, habría que haberlo tenido...A eso iba. Eso es justamente lo que iba a decir.
 Recuerdo  aquel  instante en que  me diste la espalda,  y yo enfurecida, hice que te volvieras. Pero ahora cuando sin estar, pareces estar, me reconfortas. Si, las cosas son tan simples : te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario