8 de noviembre de 2011

Metatarsianos

Una vez más frente a mi, tu imagen. Pero algo me ha cambiado. Lo se, porque antes hubiera sentido cosquillas en el estómago. Y hoy no. Tu figura se me hubiera colado por cualquier sitio, un pequeño resquicio podría haber sido bien aprovechado con astucia. Ahora soy realmente impenetrable. Impenetrable, qué contradicción.  Bueno, vamos mejorando entonces, contradicción es una palabra muy bonita que ha devenido de contrariedad.   Antes era eso, solo eso. Y no me rio porque uno no puede alegrarse de la muerte de nada, ¿o si?. Posiblemente debería. Pero no puedo porque no me causa ninguna gracia. Ni aunque bromee al respecto como tengo por costumbre. Tengo por costumbre la contradicción. Será posible que luego de años de intentar sonreírme cuando no me apetecía, tuve luego que aprender a no hacerlo cuando no tenia ganas. Hace poco tiempo logré  llorar desconsoladamente, a veces sin ningún motivo aparente. Pero lo hay.  Hay muchas cosas. Mucha cosas buenas, que reconozco, que antes o no estaban o no podía verlas y en este momento si. Por eso tu imagen, a la que por años no pude resistirme, tus palabras tan cuidadas en persona, y despilfarradas en letritas, tu humor ácido y tu sonrisa de lado ya no surten ningún efecto.

Como escribo tantas pequeñas historias sin sentido, no parece ninguna ser verdad. Lo curioso es que no miento, solo hago madejas. Podría contar la historia mil veces, la misma, de hecho, es lo que hago, y sin embargo es completamente incomprensible, deshilvanada . A un par de personas, se las narré con palabras, cara a cara, pero en verdad, sería lo mismo si no lo hubiera hecho. 

La gente no cambia. ¡Qué gran mentira! Claro que si.  Yo he cambiado de una manera abismal. No me atrevo ni a decir cómo he cambiado. Ni en absoluta soledad, me atrevo a confesármelo, porque tendría que cuestionarme cosas contra las que luché o dije que luché durante mucho tiempo. Más que luchar, defendí, proclamé, o mejor dicho me regí por. Tampoco creo que haya actuado mal, eran mis ideas. Pero imagínate que estamos hablando de A. Para llegar a B, yo elevaba A a la máxima potencia. Por momentos lo conseguía, entonces, tenía que suponer que ese era el camino para obtener B.  Y de pronto, hallé B sin que hubiera ninguna A y sin haber tenido que elevarla a nada. Imagínate que un rayo cayera justo delante de ti, y te encegueciera momentáneamente.   

Estoy un poco confundida, en verdad, como aturdida, y lo que me tiene que importar ahora mismo, no es cómo conseguí el resultado, si no el resultado en si. Parto de la base que todo es una búsqueda personal, y que B en mi, es ajeno incluso al factor que dio el resultado. 

El encuentro de mis propias emociones. El anonimato como medio. El  auto-exilio por convicción. Me refugio en mi ostracismo,  en el que seguiré incluso sin ninguna necesidad real, porque  no se qué soy, no importa qué soy,  solo la existencia de ese  algo, que debo dar a quien llame a la puerta, si sabe lo que realmente viene a pedir.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario