6 de octubre de 2011

Delicatessen



  "¿Qué crees que le pasó a ésta?" Hizo una mueca desencajando la mandíbula. Sin mirarlo, el otro, respondió: "Nada, su marido la apuñaló  y luego dio marcha atrás con el camión de basura que conducía, sobre ella. "


Sr. Muecas se quedó solo, se quitó la peluca de rizos, y de memoria se desmaquilló con un algodón embebido en un líquido tan confuso como su sentido del humor.  Miró su reflejo descolorido y no se reconoció. 


Cuando a los teatreros se les apagan las luces de escena, se quedan sin rostro. Los histriones no tienen vida propia, viven a través de los personajes prestados. Terminan tan confundidos que finalmente no saben muy bien ni quienes son. No son nadie. 


Salió por la puerta lateral, y creyó ver una sombra en la esquina de alguien que esperaba en la  calle que hacía cruz. Contuvo la respiración, no podía ser luego de tanto tiempo, no era posible. Aun así, metió las manos en el abrigo, cerró los puños y apretó el paso. La sombra seguía allí. Cuando llegó a la intersección luchando contra su propia crispación, giró la cabeza forzándose a mirar. Descubrió que no era otra cosa que la sombra que proyectaba una caja junto a los cubos de la basura. Sobre la caja, se posaba un bombín que había erigido humanidad a la sombra. 


Debería haber seguido su camino, pero lo pudo la curiosidad.Aun sintiendo sus piernas temblorosas, se acercó a la caja  y cogió el bombín con un poco de aprensión. No parecía estar en malas condiciones a simple vista. Se sintió un poco avergonzado de estar revolviendo en la basura. Miró a su alrededor para asegurarse que nadie podía verlo y lo deslizó dentro de una pequeña bolsa que llevaba siempre con él . 


Deshizo sus pasos para retomar el camino a casa que hacía cada noche en los últimos seis meses, solo. Bueno, era afortunado, no todo el mundo podía hacer el mismo camino del trabajo a casa seis meses seguidos. Y esta noche, con un plus, el bombín. No todos los días uno se encuentra algo así. Perdón, todas las noches.


Cuando llegó y entró en su casa, encontrando la misma vaciedad que había dejado antes de irse ,y que llenaba sus días uno a uno, por un momento, olvidó el botín capturado. Pero cuando uno no tiene nada más que una bolsa y un patético sombrerillo encontrado en la basura, para compartir la soledad de la noche, la amnesia momentánea, no es más que un regodeo en el propio ningunismo. 


Histéricamente se abalanzó sobre ella, que descansaba sobre el sofá, la cogió del cuello y le dijo: "¿Cómo has podido, zorra?".


Apretó las mandíbulas y cerró los ojos intentando que no lo tocara el recuerdo. No tiene caso, claro que no tiene caso, es mejor abrir los ojos cuando uno no quiere recordar, no, tampoco, los recuerdos son casi las únicas cosas que se ven indistintamente con los párpados abiertos o cerrados. Lo cierto, es que al abrirlos, la bolsa, burlona, le insinuaba una chepa. Rescatando el bombín, se sentó a la mesa dispuesto a practicarle  la autopsia. 


Al tenerlo frente a frente, luego de haber planeado infinidad de veces matarlo, simplemente rompió en una carcajada absurda, como de demente, y luego  a llorar como si tuviera cinco años.Y solo murmuró, entre sollozos:" ¿Cómo has podido, canalla?".


Al tenerlo frente a frente y con la luz directa, le pareció un poco más gastado que a la luz de la luna. 


Debería darnos vergüenza de lo poco auto críticos que somos, y lo crueles que podemos ser  con los objetos que robamos de la basura. 




Le dio la vuelta, dejándole las tripas al aire, y descubrió que el forro estaba descocido. Sin pensarlo lo arrancó de cuajo y salió despedido violentamente algo pesado de dentro que cayó y quedó oculto bajo el sofá, un poco más allá. Tuvo que ponerse en pie para luego arrodillarse.Apoyando su mejilla en el suelo y sintiendo el olor del polvo, sin lograr  ver nada extendió el brazo y finalmente dio con el objeto, lo atrajo hacia si, suavemente.Un cortapapeles de metal, no demasiado grande, que parecía una espada en miniatura.


Lo puso junto a su amigo, y los miró a ambos  un momento.




Los miró a ambos un momento, pero no llegó a ninguna conclusión, solo decidió irse. Así son las cosas a veces cuando no hay nada que hacer.



¡Ah! Aquel recuerdo, siempre el mismo, una y otra vez...





Con respecto a estos dos nuevos amigos, tampoco habría nada que hacer con ellos. Tenía un sitio ideal para alojarlos en la habitación pequeña, junto con los demás. Allí están ahora mismo, junto con los otros cinco bombines y los otros cinco cortapapeles.




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