9 de mayo de 2007

Jamás hay que mirar atrás

Jamás hay que mirar atrás. Regla número uno cuando decides olvidarte de un maltratador. Pero debería ser la regla número uno cuando lo conoces también. Yo me he muerto durante cuatro años con uno. Y eso no me habría  pasado si no hubiera mirado atrás. Yo no le echo la culpa a mi padre de nada. La responsabilidad de no mirar hacia adelante fue mía, él, ya estaba muerto hacía mucho.
Lo mejor que podría hacer ahora, para no mirar atrás la próxima vez, sería caminar marcha atrás unos pasos, para poder ver todo lo que pasó de frente. Y de paso, coger impulso. Para poder saltar.
Igualmente ahora,  los maltratadores físicos tienen etiquetas identificatorias  invisibles para la mayoría de la gente, pero yo las veo. En el metro a veces los veo, los veo en los parques, en las esquinas, en los bares, van acompañados de ellas. Y bajo la vista para no volver otra vez a mirar a donde no debo. Si puedo, eso si, los miro a ellos a los ojos. Les mantengo la mirada fija, incluso elevo el mentón, en actitud desafiante. Más de una vez he visto como apretaban sus mandíbulas. Luego los olvido. No puedo ocupar con mierda el poco espacio interneuronal que me queda.