2 de diciembre de 2011





Y así, con ese extraño modo que tiene la realidad de mecernos de un extremo a otro, y que nos puede llevar a sentir una caricia cuando solo ha sido el viento o a creer desear morir cuando es imperiosa la necesidad de que sigamos existiendo unos pocos instantes más. Con esa hipersensibilidad que me lacera  y me atrofia. Esa fuerza inexplicable que surge dentro de mi, que me permite frenar los huracanes, partir el brazo al verdugo, y abrirme paso entre cadáveres, entre bestias hambrientas, caminando descalza por la ciudad en ruinas...tu imagen se marchita en mi y como el humo, se funde irresistiblemente en negra noche.
Pero también podría  guardar tu recuerdo, un poco más, solo un poco más, hacerlo sonar  como una cuerda y convertirme en  un laúd que tenga otras mil que vibren por simpatía.

Me parece que tendré que taparme las orejas con algodones, no es maldad, créeme, es que no se puede de otro modo, percibir aquella, la dulce armonía.

2 comentarios:

  1. Este tema es maravilloso. Verdaderamente hay pequeñas obras de arte, muchas veces, en la esquina de al lado. Pasan desapercibidas. Así mismo, han de pasar desapercibidas un montón de cosas que, realmente no nos aportan nada. Al contrario: nos destruyen.

    Fuerza, Milady. No estás sola, aunque tengas esa sensación.

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  2. Cuanta razón...me aferraré entonces al comentario mientras escucho la dulce armonía...gracias

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