30 de octubre de 2010

Promiscuidad

Estaba sentada exactamente frente a él. Solo me lo velaba el humo y su voz me parecía lejana, la lluvia intermitente parecía insistir en que mejor,  no comenzara a hablar. Colgadas de la ventana empañada, cual cuadro puntillista podía presentir a mis espaldas las vistillas. 
No se si era el cortado espumoso, la tenue música de jazz que siempre está puesta o sobrentendida, o simplemente el estar, lo que me hacía sentir esa modorra parecida a la felicidad.
Lo cierto es que de pronto dijo : esto no puede continuar.Lo miré fijamente, pero me pareció que estaba demasiado ensimismado en su guión.
No me lo esperaba, la verdad, no por nada, pero es que me pareció injusto.En vez de reaccionar inmediatamente, decidí ponerle el azúcar al café. Me puse nerviosa, y se me volcó la mitad...y bueno, son cosas que pasan. Son cosas que pasan, si, como las rupturas, son cosas que pasan, pero uno prefiere olvidarse de eso. Me pareció muy poco serio estar pensando en esto mientras el café se me enfriaba, así que cogí la cucharilla y lo revolví. Entonces se me desbordó el café, y me sentí frustrada. Inmediatamente le eché la culpa al que me había hecho el café, cómo podía ser que no hubiera previsto que si el café pasaba del borde de la taza, al echarle el azúcar se me iba a caer. Siempre  tiene que haber un culpable, en lo posible, el otro. 
 Continuó entonces: no nos entendemos, siempre pasa lo mismo y yo ya no se que hacer para hacerte entender que no estoy bien así, no quiero pelear más. Asentí, por inercia. Y le di un sorbo al café, manchándome la punta de la nariz. Supongo que en otra circunstancia, me hubiera causado gracia, pero esta vez no. Sentí como se me nublaba la vista, porque justo agregó: no creo que el problema tenga solución esta vez, mejor que lo dejemos aquí.
Y una vez más escuché lo de las responsabilidades. Cuando uno le dice al otro que no tiene la culpa, sino la responsabilidad, le está dando a entender que es culpable, pero que comprende que si el otro se hubiera comportado mejor,  cabría una remota posibilidad que la culpa fuera de uno. 
Parece mentira, la capacidad que tiene el hombre de acostumbrarse a todo. Y cuando todo es una mierda, como ya se ha acostumbrado, se olvida de la capacidad de acostumbrarse que tiene  en verdad. Por eso creo que el amor es una utopía. El amor no existe. Lo que existe es la esperanza de que exista el amor. No es que al principio de la relación uno esté enamorado, y luego ya no. Es que uno cree, confía en que algo pueda existir y finalmente cuando descubre que no, piensa que se ha terminado, cuando en verdad, no ha estado nunca. El amor es una ilusión óptica. 
Se me enfrió el café. Ya no llovía. Los que fumaban se habían ido. Ahora que podía verlo con nitidez, ya no me interesaba. Ahora que podía escucharlo sin interferencias, ya no tenía nada que decir. Solo se oía un sollozo ahogado.
No me gusta tomarme el café frío. No me interesa ver las cosas con nitidez, y prefiero llorar en soledad sin derramar una lágrima. Pagué  y  salí sin despedirme. 
Hoy tengo bastantes problemas propios  para  tener que cargar con  rupturas ajenas.

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