19 de octubre de 2010

Desempolvando el desencanto.

En esta tarde febril, lo único que he podido hacer es revolver en mi pasado, cosa que debería haber hecho hace mucho tiempo y que venía evitando.
Lo único que he encontrado son fotos, imágenes, historias, propias y de las otras, evocación de olores, y sinsabores varios. 
Ahora mismo, volveré a guardar todo de donde lo he sacado, del pasado, que es donde tiene que estar.
Para labrar el futuro mejor. No me vale aliarme con la tristeza para luego, no tener que abundar en fe de erratas. La melancolía es mi compañera de viaje y a estas alturas ya no le puedo decir que se vaya, nos hemos encariñado mutuamente. Pero debo  adaptarle una pequeña silla con respaldo para que no se me disloque cuando decido dar un giro vertiginoso. Como ahora mismo. Y le tengo que tejer un nuevo jersey para el invierno, no sea cosa que se le vaya a dar por resfriarse y me tenga que quedar a cuidarla un día que tenga mejores planes.
De todas formas, lo bueno que he sacado de todo esto es que uno no tiene siempre tanto tiempo para cocinar tantas horas seguidas. Y además, la sopa no siempre es un alimento nutritivo. 
Que bueno que aún me queden un par de horas para poder terminar de seleccionar y a eso de las 11 de la noche, una hora antes  que pasen las brujas, meteré en una bolsa todo lo que considere que sigue estando de más,  y lo sacaré a la calle. 
Que pase y que no vuelva.

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