11 de octubre de 2010

Yo experimento, tu experimentas...nosotros experimentamos.

Me planteaste un experimento. Yo acepté el convite. O fue al revés.
Automáticamente asocié, el orden de los factores no altera la suma.
 Y pensé que no me estabas hablando de una suma.
Si fuera una resta, sí, que el orden, alteraría el resultado.
Pero me hablabas de algo mucho más complejo, para una simple suma o resta no nos estaríamos metiendo en este entuerto.
Es un problema. Todavía te recuerdo al teléfono cuando dijiste:¡qué problema!


Para resolver un problema es preciso que el enunciado esté bien formulado. Debe comprenderse. Pero ahora luego de deliberaciones varias, hemos llegado a ponernos de acuerdo y  creo que finalmente lo hemos formulado de la manera correcta. Por eso, yo he preferido que para comenzar haya igualdad en los factores. Y que sean números finitos. Y que la suma de los factores tenga como resultado un número par.


Ahora que partimos de la igualdad, podemos perdernos en sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, con, y sin paréntesis, con llevadas y sin. Podemos fraccionarnos, y volvernos enteros otra vez.


Tienes suerte que me gusten las matemáticas. Tienes suerte que contemple la deshumanización del amor. Tienes suerte que me gusten los experimentos. Y yo también tengo suerte que me gusten todas estas cosas.


Pero los experimentos, son simplemente eso, y no sirven para demostrar nada en la mayoría de los casos.
Pero bueno, si quieres ya que nuestro experimento se sale del plano de las enunciaciones formales, nos podemos saltar al de Aquino, a Descartes y al mismísimo Spinoza y dejarlos que se tomen un café. Eso suponiendo que logren encontrarse, debido a que alguno mora muy arriba, y los otros, muy abajo.Mientras, nosotros intentamos resolver nuestro asunto y luego pasamos a otra cosa.

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