2 de junio de 2011

World Press

A Elena.













-Ciao, Paola.Sono Peter... Come stai?


Pestañeé, e intenté encontrar el móvil que había quedado sepultado en algún sitio de la cama, para ver la hora.


-¡Peter! ¿Cómo estás? Estaba durmiendo...


Me llegaron unos ruidos guturales incomprensibles del otro lado del mundo a modo de disculpa.


-¿Dónde estás Peter? 


Automáticamente comprendí que me había equivocado, ¿cómo podía preguntarle semejante cosa? Tarde, muy tarde.


-Estoy en Miami. ¿Qué tal Madrid?


Le hice una breve reseña sobre el clima político y la temperatura, y al terminar me di cuenta que no me importaba lo más mínimo Miami. Imaginé por unos instantes que el clima sería siempre el mismo allí, quitando algún psicópata que se cargaba a unos 40 adolescentes cada tanto para luego hacer una película clase B.


-Paola, dime la verdad, cómo estás, esperaba un e-mail, que te conectaras al Skype algún día o noche, no llamas a nuestros amigos, qué pasa, has conocido a otros?


Me jodió el plural, supe de donde venía, porque no es persona de muchas palabras y los plurales no puede imaginárselos así como así.


-Más o menos, pero la verdad, nada que valga la pena mencionar, ¿Y tu?¿Qué tal Miami y las playas?


Me daba igual, pero me pareció demasiado no preguntar, últimamente me siento como vacía, y de pronto siento de una manera excesiva y desbordada, no duermo bien,  pero no es culpa de Peter.
Le conté entonces que estaba enferma de mis encías por estrés, ya lo sabía, lo había leído en mi facebook, y me sorprendí cuanto sabía en verdad de mis actividades cotidianas sin saber absolutamente nada de mi y lo que sentía, que una cosa era lo que parecía, y otra muy diferente, yo. Y llegó a modo de reproche, que no se bien por qué, cuando viene de él, me moviliza.


-¿Por qué siempre hay tanto jaleo por allí?


No supe bien que responderle, qué le iba a decir,le podría haber hecho una pregunta a modo de respuesta, qué por qué se había ido él, pero los dos sabemos bien por qué se fue, y discutir por teléfono a las tantas por larga distancia me parece tan tonto que lo evité.
Me restregué los ojos y bostecé y de pronto me dió un vuelco el corazón al oírlo decir:


- ¿Has ido a la ignauguración del World Press hoy?
-Si, Peter, si, he ido y me ha encantado, aunque hay fotos muy duras, pero ¡deberías verlas!


Me sonreí, lo imaginé en el pasillo leyendo con dificultad las reseñas, serio, como siempre, guapo y con un mal carácter que sabe ocultarme tan bien...


-Lástima, creo  que no lleguaré a verla...Pero cuéntame sobre las fotos, Paola, ¿qué has visto allí? 


Cerré los ojos, y le conté de manera desordenada, las imágenes que se me venían una a una, superpuestas y contrastantes, el africano de cara impresionante incrustado en su choza, en su realidad trágica, el torero con el cuerno del toro que le atravesaba la cabeza, en movimiento y que contrastaba de manera brutal al estar las dos expuestas en la misma pared con la terrible quietud de la injusticia social inamovible del africano. 
El terremoto lleno de cadáveres, la niña con hidrocefalia y la empresaria, la mujer con sida con  seis hijos, el chino monárquico y poderoso que mira hacia su hijo bobo, sucesor   al trono, o mejor dicho, no. El ruso hermoso, que trae en su mirada, los siglos de tradición, cuya belleza nos distrae de los horrores que deberíamos seguir recordando, el pájaro en pleno vuelo de frente y en primer plano con un antifaz natural y maravilloso, los cisnes grandes y pequeños de los lagos del norte, que me conmovieron porque una vez más me recordaron que la naturaleza conserva su belleza o al menos lo intenta, mientras los humanos nos aferramos y es obvio que los fotografiados si tuvieran otra opción no lo harían, al horror, a la miseria, la crueldad,  las guerras, los abortos ilegales, los niños sucios y muertos de hambre y todo el resto,  que una manga de hijos de puta, logra obtener con todo esto su propio bienestar, el  bienestar de unos pocos, a base de seguir jodiendo a otros muchos. Tan simple y tan complejo como tu y como yo, Peter...


Se me clavó una de las agujas  de tejer gris de mi abuela en la garganta y se me desmadejó el dolor y perdí mi perspectiva una vez más, y volví a llorar.
Y Peter, que es un hombre simple, me pidió que le prometiera que regresaría una vez más a ver la expo y que me detendría en las fotos de los cisnes de los lagos del norte y pestañearía rápido y muchas veces para fotografiármelos  en mi cabeza y en mi corazón. Que julio, llegaría muy pronto porque estamos en junio y entonces, me abrazaría por la noche y me haría unos spaghetti  carbonara. 


-Paola, ¿Llevas camisón?


Le mentí, le dije que no, y entonces se despidió en un susurro.


-Ponte el camisón, entonces,  puedes coger un resfriado y no podrás volver a ver a los cisnes.


Me dormí abrazada al teléfono, que se quedó sin batería y ahogado en lágrimas, y esta mañana, a las 9.30, me despertó el primer alumno, totalmente ajeno a mi conversación de la noche anterior, totalmente ajeno a mi realidad, completamente ajeno a mi dolor, completamente ajeno. Completamente, como yo. 







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