7 de mayo de 2011

Las ilusiones perdidas.











Me tocaba librar un miércoles. El miércoles es un día muy especial, especialmente cuando llega. Y si no hay nada que hacer, uno está sentenciado a pasarlo en borrador. Con hondo pesar me incorporé, salí del espacio  cama, y me arrastré hacia la cocina a beberme el café del día anterior. Me encendí un cigarrillo, mientras me bebía el brebaje negroide, y no pensé nada sobre esto. No pensé nada sobre nada. Es que soy un nihilista, y no me puedo permitir el lujo de pensar en nada de manera demasiado positiva. Hace unos años, cansado de ser un sentimental y que todas las tías me dieran una puñalada tras otra, decidí rodearme de esa oscuridad que  las apasiona. No se si logré  oscuridad, pero un poco de sombra si, y  me bastó porque soy bastante agraciado físicamente.  Recuerdo que compré una gabardina y comencé a fumar, para que cuadrara un poco más con el perfil de tío atormentado. También practiqué el fruncir el ceño de manera asimétrica, para poder insinuar mejor que necesitaba que me protegieran. Fue un verdadero éxito. Comencé a ligar indiscriminadamente, lo cual me llenaba de gozo, pero obviamente,  debía ocultarlo, era parte de la cosa, seguiría ligando mientras no cambiara mi personaje. Me encasillé.


Llevo unos años con esta dinámica, y aunque estoy francamente cansado de tantas idas y venidas, me aterroriza salir...me he vuelto un poco canalla, pero somos tantos...Por otra parte, las mujeres tienen esa facilidad para la reconstrucción, que una y otra vez,  vuelvo  a convencerme que ninguna putada que pueda hacerles, por más grande que esta sea, las afectará más que un par de semanas.


Debo haber estado bebiéndome el café durante una hora mientras redibujaba esto que acabo de decir, porque cuando me di cuenta, era el mediodía y me pareció completamente obsceno seguir en bata y en casa, a esa hora, un  miércoles. Me dí prisa, y a las y media estaba andando con rumbo al Retiro, que en esta época del año, presenta una estampa sobremanera agradable. Había comenzado a leer "Mientras agonizo" de Faulkner, así que decidí sacarlo a tomar un poco el aire, nos vendría bien a ambos. Faulkner es el tipo de escritor, al igual que Kerouac, o Nabokov,  que siempre te hacen quedar bien delante de las féminas, lo cual no tiene una justificación  lógica, ya que ni los han leído ni los leerán, y que conste que me parece muy noble porque todas tienen cosas mucho más importantes e interesantes en que ocuparse.


Cuando Faulk y yo entramos en  el parque, noté casi inmediatamente que iba a ser una mañana de esas tan apacibles, que no serían dignas de recordar jamás, así que con gran satisfacción seguimos andando, hasta que encontré un banco con un panorama florido y equilibrado, que me  invitaba a la lectura y al recogimiento.


Al llegar al pie de página, descubrí con fastidio que no comprendía nada de lo que me contaba Faulk, y que tampoco me interesaba en lo más mínimo, me recriminé el haber sido tan generoso de haberlo invitado a venir conmigo, al fin y al cabo, estos escritores son un verdadero coñazo, y merecen quedarse entre los muros, haciendo bandera sobre alguna mesa para los visitantes ocasionales,  y trabajar de posa vasos, que es en verdad lo que todo el mundo piensa que es para lo que han sido creados, y nadie se atreve a confesar.


Con esa franca sensación de malestar, y mientras arrojaba sin piedad el volumen al otro extremo del banco, me crucé de brazos y de piernas y admiré el panorama. Pasaba un abuelo  con  un bebé que apenas atinaba a conservarse en pie de la mano, a unos metros, un trabajador de parques luchando con un ligustro rebelde pero sin personalidad,y nada más. Ya estaba dispuesto a emprender la retirada cuando vi que se acercaba  lo que me pareció una pareja. Estaban aun un poco lejos, y podían elegir cualquiera de las ramificaciones de los caminos que sugería la pequeña rotonda.Sentí que el corazón se me aceleraba cuando ambos llegaron a este punto, como si algo me dijera que si tomaban otro camino se me acabaría la mañana. Se detuvieron allí, ella se le enfrentó mientras le hablaba y apoyó  sus brazos sobre los hombros del hombre , y él, mirando por sobre ella, la apartó cogiéndola de sus antebrazos para que lo dejara continuar. Esto hizo que él siguiera por el camino recto que se le abría  rápidamente para que ella no volviera a obstaculizarle el paso, justamente donde yo me encontraba. Temí lo peor, seguirían de largo y tendría que volver a casa sin ver ninguna escena de ruptura.
Enseguida noté que había algo atípico en la dupla, aunque en un principio no podía decir qué era, supongo que era que no iban de la mano, ni abrazados, pero no, había algo más. Ella era más joven que él, pero no era lo suficientemente joven para ser su hija, ni él lo suficientemente mayor para ser su padre. Como suele pasar en estos casos, inmediatamente ella me desagradó,  él, en cambio, me pareció un tío con el que podría muy bien beberme  unas cervezas cualquier martes a la salida del trabajo. Con ella no. El tipo de mujer con el que es mejor no meterse. No es que fuera fea, no era eso, pero había algo, que incluso a la distancia me hacía sentir inseguridad. Unas facciones  entre infantiles y voluptuosas,  un modo de moverse entre etéreo y carnal, bueno, no se, me causa fastidio todo esto en una mujer, me resulta letal a mediano plazo. Así que desvié mi vista hacia el empleado de parques y con desesperación, vi que ya se había ido. Desee que se fueran, que siguieran camino y que se perdieran, no quería tener nada más que ver con ellos. Se que el que debería haberse ido era yo, pero me pesaban las piernas y Faulkner estaba demasiado lejos y enfadado para cogerlo así, sin previo aviso.


Se sentaron en un banco de la fila de enfrente, un poco más allá del mío. Estaban bastante cerca, pero no los oía. Luché para no mirar y no lo logré. Me prometí que me centraría en él, que era el que me caía bien, esperando que no se percataran de mi presencia, porque lo único que me faltaba era terminar con un ojo negro. Un temor injustificado, permanecían ajenos a todo. Hablaba ella y se quedaba en silencio, y luego, él decía algo, y ella no respondía nada. Sopesé la hipótesis que no eran una pareja en absoluto, porque no se tocaban,  pero me disuadí de que esto no era posible. ¿Qué coño haría un tío con una chica en un parque como el Retiro en primavera si no eran pareja, un miércoles por la mañana?  Sería el padre, pero seguía sin cuadrarme, él no podía tener más de 45 años y ella pasaba los 30, no, no, eran una pareja atípica, o tío y sobrina, pero con una relación al menos confusa. Se me vino a la mente Carlota, que siempre me dice en estos casos y con voz acariciante:" tu siempre pensando mal". Carlota no tiene razón casi nunca, es más, es bastante estúpida, pero en este caso tendría toda la razón. Respiré aliviado por la buena noticia, eran solamente amigos. No había entre ellos ninguna relación incestuosa,  eran grandes amigos que estaban paseando, una agradable mañana primaveral, por los jardines del Retiro. Sonreí, y tuve que hacer un gran esfuerzo para no reirme a carcajadas de mi mismo, qué pensaría Carlota si me viera reírme a carcajadas, solo, en un banco público. No pensaría nada, es más, estaba completamente resuelto a hacerle una visita esa misma noche y tirármela sin contemplaciones, a modo de agradecimiento por haberme aclarado la situación.
Volví a mirarlos, ya  tranquilo, y sintiéndome con gran dominio de la situación, ella, ya no me parecía tan peligrosa y nada me inquietaba. Por esto mismo, cuando la vi que  le cogía la mano derecha al hombre  y se la besaba, fue como si me dieran un culatazo en la nuca. Y él, que no la miraba, sonrió y apartó la mano.
Rápidamente analicé el campo que se encontraba tras ellos, tenían un árbol inmenso detrás, pero para llegar a él debería hacer un rodeo al cuadrado conformado  por arbustos , entrar donde estaba la cadena,  y acercarme muy sigilosamente para que no se dieran cuenta de mi presencia. Sin contemplaciones, cogí a Faulkner que seguía en la misma posición desencajada en la que había caído, y sin hacer aspavientos, comencé a caminar y en cuanto giré al primer ángulo, corrí, mientras corría lo primero que se me cruzó por la mente fue, cuando llegues al árbol ya se habrán ido,  llevan suficiente tiempo así, mientras tu, lo único que hacías era sacar conclusiones incongruentes. Llegué a donde estaba la cadena, la pasé sin problemas, y cuidadosamente me acerqué como había planeado mentalmente.
Todavía estaban ahí, pude oír que él encendía un cigarro, mientras  ella decía algo que no comprendí. Sentí de pronto el cansancio y la agitación por  la carrera que me habían hecho pegarme y me pregunté que coño hacía comportándome así, pero en lugar de responderme, apoyé la espalda en el tronco del árbol, dejando que cada vértebra se acomodara a lo largo de la corteza que me pinchaba, porque solo llevaba la camisa, y así, formábamos  un ángulo obtusángulo con el suelo. .Me invadió  una sensación de bienestar. Levanté la mirada, y entre la vegetación ví unas manchas  de cielo.
Recuperé poco a poco la regularidad respiratoria,  dejé que mi oído se acostumbrara a las voces para poder entender lo que decían,  se me ocurrió que esto era como estar soñando despierto y me felicité por permitirme el hacer algo así, cuando nadie podía  verme.
Permanecían en silencio, posiblemente en tensión, admito que estaba suponiendo demasiado esta mañana.Cerré los ojos, y ella rompió el silencio entonces,  claramente oí:


Ella: ¿Quiéres que te vaya a buscar esta noche, cuando salgas del trabajo?
(Silencio)
El: No, esta noche no.
(...)
Ella: ¿Ya has quedado?
El: Sí.
(...)
Ella: Con otra (?)
El:Si
(.....................................................................................................)
Ella: ¿Te puedo preguntar con quién?
El: Si
(...)
Ella:  ¿Con quién?
El: Con Laura.
(..........................)
Ella: ¿Y no puedes cancelar?
El: Si, pero no quiero cancelar.
(..................)
Ella: ¿Y vas a poder? ¿Con ella sí vas a poder?
(..............................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................)
Con la voz doblemente grave y quebrada El: no lo se, no lo se...
(....................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................)
Ella: Pues espero que no, que no puedas....................




Me quedé inmóvil, en la misma posición, casi sin respirar, abrazado a Faulkner a quien de pronto había tomado gran cariño. Incluso, cuando se fueron, seguí así, no se si pasaron minutos u horas, sentía frío pero no era la primavera, y finalmente me dije que no iría a ver a Carlota esa noche,  qué caso tenía...

1 comentario:

  1. hahaha, muy bien! Me he reconocido!.Me haces reír.Muy bonita la canción.Me encantan tus curiosas historias construidas sobre vulgares gilipollas, Carlota... Je t'aime. ;))

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