13 de agosto de 2011

Descortesías de la Verbena

¿Sabían que las ciudades tienen el poder de echarte de ellas si así lo desean? A mi me ha pasado, y no una, tres veces. Y por cierto, tres ciudades de una gran belleza, en especial, la primera y la tercera. Ahora, vivo a caballo entre otras dos, también de belleza incomparable. Y ya no me es tan fácil armar mi maleta, romper todo, y decir: adiós. Así es que cruzo los dedos y pido: "no me eches, por favor..."






Leyó el convite en forma de anuncio cibernético, de un amigo de una amiga, al convite para la Verbena de La Paloma. Automáticamente lo asoció con la zarzuela y sintió unas ganas terribles de mezclarse, de vestirse de verbena, de perfumarse, de deambular por el Madrid castizo, y de hacerlo con sus amigas. Respondió de manera afirmativa a la propuesta, como si hubiera estado dirigido a ella, y luego chifló de la misma manera a sus amigas. Se agregaron de manera espontánea dos caballeros. En la época de la verbena original, seguramente hubiera pasado lo mismo, pero todo hubiera sido más sutil y complicado, o lo hubieran hecho de manera más disimulada, fingiendo casualidad. Fingiendo. 


¿Se han dado cuenta que vivimos en una época en que ya casi todo se sabe, y sin embargo, existe tanta hipocresía que parecemos vivir sin saber absolutamente nada?  Sin saber y sin querer saber que es aun peor. Me refiero a muchas cosas. Al hambre en el mundo, por ejemplo. A las enfermedades de laboratorio, por ejemplo. Al maltrato, a la desigualdad, al desamor. Sin ir más lejos, yo, dormí durante todo mi embarazo bajo una mesa, y me bañaba sin agua caliente y cocinaba en un baño, "pero esto no es nada en verdad", pensaba," solo que no es cómodo"..."la putada es que el padre del hijo que espero, me da puntapiés en la boca y me encierra a oscuras en un baño de 1 x 1, y me obliga a quitarme la ropa antes de encerrarme, para que no  trate de escapar a la calle si logro abrir el candado..."


Si, tenía ganas de ver la verbena. Ni siquiera la preocupaban los dos apéndices espontáneos del sexo masculino. Le serviría la salida, para estudiarlos mezclados en la pequeña masa, que es tan inclemente, que deja ver, como sin quererlo, las dificultades del individuo para mostrar lo que es, incluso intentando fingir. Ya no les teme.


Conozco muchos hombres. Son alumnos, o colegas, incluso y, o amigos, ex amantes, ex parejas, etcéteras. Sé que la primera vez los miré de lado, que abro  mucho los ojos, para luego entornar los párpados y apartar la mirada por las dudas. Pero alguno que otro, merece mi confianza. Mis sensaciones son erráticas, una simple palabra puede ser suficiente para que me den ganas de meterme en el caparazón otra vez. Luego está aquel, que ha cumplido siete años hace dos semanas y que es como un cuenco, en el que deposito mi amor.Si tuviera que pedir un deseo, pediría que siguiera creciendo como hasta ahora, y que llegue a ser un hombre bueno, que no le haga el mal a nadie, y se pueda labrar su propio bien. Conozco hombres así. 


Llovió.Llegó tarde. Más que la verbena de La Paloma, le parecía la feria del huevo frito. En vez de zarzuela, se escuchaba música inorgánica de lavavajillas, el gentío presentaba una apariencia entre lo vulgar y lo chabacano, insoportable. Hubo desencuentros entre los siete, y entre todos lograron enriquecer en un par de horas, esa noche, a los servicios de telefonía móvil. Finalmente cuando lograron reunirse, no sintonizaron en lo absoluto. Irónicamente, por las inclemencias del tiempo tuvieron que meterse en un local  de nombre "Viva la vida" que aunque tenía una comida vegetariana muy buena, estaba decorado con flores de plástico y música electrónica de dudosa calidad. Tomó fotos, más que nada, para recordar luego, y porque le resulta siempre curioso que en la descoordinación,   incluso, en un marco poco propicio,  logra percibir belleza en el individuo. Se sumaron otros dos sujetos, que aunque no parecían mala gente, venían fumados y bebidos y producían  cierto malestar. Finalmente huyó. Casi rayando en la descortesía, se deshizo con astucia de los dos recién llegados. Y a mitad de camino hacia no se sabía muy bien dónde, abandonó a dos de sus amigas con los caballeretes, y se fue del brazo de la tercera, como alma que lleva el diablo hacia la boca del Metro La Latina, para coger el último convoy.


Ya en casa, me quité las sandalias, miré a mi gato dormir plácidamente, me abandoné al silencio de la noche, y mientras parpadeaba en mi cabeza un : "nadie es perfecto", escuché...













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