24 de julio de 2011

Ah! Vita Bella

Lo cierto es que Violeta, los domingos se levanta siempre con el estado de ánimo contrario al que podría esperarse. Suele no corresponderse tampoco con el clima, ni con la parte del día, poco importa el sol, poco importa nada. 
Sin llegar al enfado, sin llegar a la desilusión, más parecido a la melancolía o al desamor. Se recluye cada vez con más dificultad, rehuye los encuentros descaradamente, desconectando los teléfonos para luego tener que caer en la mentira recurrente y poco creíble.
Cada vez más deprisa reconoce  el convite a salir de la soledad, pero como tiene un poco de astucia geométrica,  ha aprendido bien lo que son las paralelas. Por esto mismo, presiente cuando al otro le pasa igual. 
Mientras se bebe el café, suena una vez más su teléfono y, aunque desconoce el número, responde. Una vez más alguien viene a Madrid, y por ende a conocerla. "Otra vez", piensa al cortar, "estoy agotada".

Piensa en  Milady, que sin tantos pruritos, se lanza con facilidad y se enamora sin más, y que regresará  a Sevilla sin contemplaciones, sin cuestionarse nada. 
"Pero yo no soy así, no creo en el amor, porque simplemente no creo en los hombres. "


No les cree.  Les escucha escucha atentamente el discurso, los ve desdecirse en los actos, los percibe en el lecho y luego los descarta directamente, sin lágrimas, sin duelos, el planteamiento es el siguiente: "¿Para qué  hacer un duelo, por alguien al que se acaba de desconocer y que lleva muerto tantos años, o mejor dicho, que posiblemente nunca haya nacido". 


Oye los pasos de Milady por las escaleras, que desciende a desayunar en camisón. Se saludan, y de pronto, Milady le dice, presa de una indecible felicidad:


-¡Tengo mi pasaje para Sevilla en agosto!


Violeta, la mira lejana, sorbe el cafe y enciende un cigarro. Se plantea qué es lo más prudente, si callar o hablar. Se da cuenta que las dos cosas no lo son. Pero por una vez, se decanta por hablar, por dar su opinión, la opinión de una mujer pragmática y desalmada, cruel, sádica, y ciclotímica. 


-Sabes Mi, he leído un poema de Lope ayer por la noche y me recordé de ti.


Milady vuelca un poco de café sobre la mesa, conoce a su amiga lo suficiente para saber lo que viene...


-Ah, ¿si? Y qué dice el poema.


-Pues, mira, te lo he apartado para leértelo.


Mientras Violeta revuelve entre un cuaderno  que desborda papelitos, Milady la mira fijamente un poco fastidiada.


Violeta lee:



A mis soledades voy


A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

No sé qué tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo,
no puedo venir más lejos.

Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.

Él dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento;
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.

La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo
su locura en su arrogancia,
mi humildad en mi desprecio.

O sabe naturaleza
más que supo en este tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.

«Sólo sé que no sé nada»,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.

No me precio de entendido,
de desdichado me precio;
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.

Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más,
otros por carta de menos.

Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres,
que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los estraños,
y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?

Todos andan bien vestidos,
y quéjanse de los precios,
de medio arriba romanos,
de medio abajo romeros.

Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
en el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento;

y algunos, inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.

Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.

Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento,
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros,
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.

¡Oh, bien haya quien los hizo!
Porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños.

Fea pintan a la envidia;
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir,
piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones ni pleitos;

ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, firmaron
parabién, ni Pascuas dieron.

Con esta envidia que digo,
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.



Milady que no fuma, coge un cigarro y lo enciende torpemente. No ha entendido absolutamente nada. Se esperaba un soneto sobre el amor, o algo así. Pero Milady no es estúpida, porque es mujer, e intuye  que Violeta le dice todo esto porque lo cree. Aun así se ofusca y grita:

-¿Y qué quieres que haga entonces, que no cumpla mi promesa, que no regrese a Sevilla, qué cancele mi viaje y me quede aquí?

-En absoluto, lo único que te digo es que estás sola, porque  éste,  como todos, está muerto. Él mismo, de su boca te ha dicho que es egoísta, y esa es la pura verdad. Y no lo dijo porque te quiera y quiera evitarte el sufrimiento, te lo ha dicho, porque se le escapó. En todo caso, pensó en él mismo, no en ti. Así que creo que si te apetece ir a Sevilla, te vas a Sevilla, pero simplemente porque te apetece, no porque esperes algo que  ni ha habido, ni hay, ni habrá. 

Violeta, vió que por las mejillas de Milady, caía una lágrima, intentó hacer memoria de cuándo había llorado ella por última vez, y no pudo recordarlo. Evitó el: " si fuera yo, no iría, rompería mi promesa, antes que la otra parte no llegue a prometer nada." Desde siempre, las promesas están para romperlas y poder soñar  después con  lo que podría haber sido. 

-¡Lo que pasa es que envidias mi felicidad!

Violeta largó una carcajada.

-¡No seas tonta! En todo caso lo que no quiero ver  es como tu supuesta y repentina  felicidad se torna en desdicha recurrente.

Se hizo el silencio por unos instantes, que Milady quebró:

-Me has arruinado mi ilusión, no tiene caso ahora que vaya, vivimos en el siglo XXI, y tienes razón, el amor galante es una mentira. Voy a cancelar mi viaje esta misma tarde. 

Cogió los pasajes que estaban sobre el piano y los arrojó despiadadamente sobre la mesa, para luego  salir  pronta de la habitación, dejando a Violeta sin derecho a réplica.

¡Qué poco saben los hombres de las mujeres, que creen que con un par de frases empalagosas nos han hecho perder la cabeza,  y que con un par de caricias bien dadas nos han robado el corazón, o el coño!
¡Y qué poco sabemos las mujeres de los hombres, que creemos que piensan en algo!

Una pequeña voz, le susurró  a Violeta al  oído:"Y ahora, ¿qué pasará?" 

Violeta, cogió los billetes con desgana, miró las fechas, los horarios, cerró los ojos, y recordó el último soneto en forma de acróstico, escrito por Sir:


"Cuando acrósticos pones en el verso
una duda me asalta de repente:
Igual quieres retarme, ciertamente,
dejando atrás lo vano y lo perverso

(astucia sumergida en tu universo)
dudando de tu alma y de tu mente;

o puede que prefieras, claramente
vagar en mi interior, siempre disperso.

Incrédulo de mí, caigo en tu trampa
omitiendo la duda con descaro:
Latiendo el corazón que tú sostienes,

encaro el reto, pues. Fijo la estampa.

Termino aquí el soneto sin reparo.
¿Acrósticos querías? Aquí tienes. "


"¡Cuidado Violeta! , me ha alertado, simplemente por equivocación, un acto fallido. Claro, el problema aquí, es que él no ha tomado en cuenta, que a algunas mujeres, lo que nos mueve, es la venganza."

Dejó  la taza de café sobre la mesa, ni se molestó en retirar los escombros de ceniza, y guardando los pasajes en su cuaderno   con las rimas de Lope, con el pequeño volumen en su mano, decidida a ir  a Sevilla en  lugar de su romántica amiga,  Violeta, descubrió alegremente su domingo.


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