21 de agosto de 2013

Varamientos

Esto venía a cuento de los varamientos. Se me vino a la cabeza en un momento dado. Tal vez iba  por el litro de cerveza, así que era de lo más normal que se me viniera algo así a la cabeza, supongo. Nunca entendí eso de que uno bebe para olvidar. Yo bebo para recordar. 

Estamos de acuerdo  que los varamientos son encallamientos de cetáceos en la arena de la playa o en la orilla del mar. Esta situación es a menudo fatal para los cetáceos ya que pueden morir de deshidratación. También suele suceder que sus pulmones quedan aplastados debido al gran peso de estos animales en tierra firme. En muchas ocasiones se hacen esfuerzos para salvarlas pero no siempre es posible. 


Odio salir, ya lo comenté antes. Y detesto beber. No soporto a la gente. Amo a la humanidad pero detesto a las personas. Luego me caen bastante bien individualmente, salvando las distancias. Ya lo comenté también. Me interesan las personas. Lo que cuentan. Lo que opinan. A veces me detengo a ver qué me cuenta un completo extraño en plena calle y eso que soy fóbica. Pero es más interesante el tener que detenerme y escuchar alguna historia de algún desconocido siendo fóbica. 

Luego no respondo las llamadas de mis amigos. Soy un poco incoherente. Me avergüenza reconocerlo, pero tengo una imagen de mi recurrente. Suena el teléfono, y veo que es uno de mis amigos el que llama, tengo la mano en el teléfono lista para responder en un instante...pero espero que el aparato deje de sonar. Reflexiono dos o tres minutos sobre lo que seguramente iba a contarme el que llamaba, hago una lista con ítems,  opción a, b, c...nunca hay más de tres posibilidades, la gente siempre habla de lo mismo que suelen ser dos o tres cosas y las ordenan de manera alterna. Me bebo un vaso de agua y llamo.  Ya preparada para escuchar. 

He llegado a escuchar a amigos en crisis tres horas al teléfono, decir algo, llorar, y decir lo contrario de lo que dijeron al comenzar, una y otra y otra vez. Lo confieso, no pienso nada en estos momentos. Tal vez, solo empatice. 

Cuando estoy mal, cuando me sucede algo muy chungo, me han sucedido cosas muy chungas en la vida, la verdad, no llamo a nadie. No se muy bien por qué, pero prefiero no hacerlo, es posible que por no joder. En mi otra casa, cuando hace dos veranos mi hijo no fue devuelto por su padre al final de las vacaciones, me sentía muy angustiada y  me metía dentro del armario. A los diez minutos de estar allí dentro  estaba tan agobiada por el calor en pleno agosto, que al salir de allí, se me aclaraban las ideas. 


Lo malo de los problemas sentimentales es que suelen venir acompañados de la idea absurda de la división del bien y el mal. El que te llama es el bueno, y se intenta convencer a si mismo de que está en lo cierto, no te llama para que le des tu opinión, llama para que le digas que tiene razón en todo. 


No creo en Dios, pero creo menos en las crisis de pareja y en las llamadas de teléfono que estas ocasionan. 


No se si creo en las crisis de pareja. Creo que las personas se obcecan en una estructura con calzador, cuando ya no hay manera de embutirse o embutir al otro, lo llaman crisis de pareja. Es agobiante. Cuando esto sucede, no puedo dejar de imaginarme observando lo que me cuentan y ver una inmensa playa detrás. Han estado nadando estas personas en las profundidades, flotando. Por momentos, me parece que los cuerpos de los protagonistas de la historia, emergen y se encallan en la arena. Se tienden sus manos, se entrelaza, para luego soltarse indignados, horrorizados, luego comienzan a aparecer otros cuerpos, traídos de un lado, de otro, la infidelidad, que me da náuseas.  Esta situación es a menudo fatal, el amor muere de deshidratación. También suele suceder que sus pulmones quedan aplastados por el gran peso que el compromiso tiene en tierra firme. Se hacen esfuerzos por salvarlos pero no siempre es posible. Porque en general, las distancias, son insalvables. Soy muy incoherente. Me contradigo. Por un lado, digo que no creo en la estructura impuesta del amor o blasfemo contra el amor, digo que no existe, para luego, sentir nauseas por la infidelidad. Es que los seres humanos somos muy contradictorios. Y muy hipócritas.  Y muy infelices, atrapados por nuestra supuesta capacidad de razonar. Pero pensamos muy poco, y encima, cuando pensamos, lo hacemos mal.


Si, es evidente, no hay que salir de las profundidades. Bajo ningún concepto hay que acercarse a la orilla. Para evitar los varamientos. 


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