5 de abril de 2014

Escríbeme rojo

"La lengua no tiene huesos, pero es lo suficientemente fuerte para romper un corazón. Por eso tenga cuidado con lo que dice."

Recuerdo lo desdichada que me sentía el día que de casualidad encontré esa frase. ¿A quién le gusta que le rompan el corazón en una frase? De todos modos, me da igual. Un hombre para mi es como una fruta de estación. Si no es comido por mi, terminará pudriéndose. 

 Tengo un amigo que me dijo una vez que era una femme fatale, a mi me causó mucha gracia, pero tenía toda la razón. Lo soy. ¿Sabiendo ésto qué puedo temer? ¿Qué algún día se me acuse de ser una asesina en serie? Lo tengo muy estudiado, aduciré que ha sido en defensa propia, si no me creen les mostraré todas las cartas y verán que estaba tratando con suicidas, quedará la duda, pero me dejarán en libertad. 

 Estaba molesta. Hace meses que no escribo como quiero. No tengo un motivo. Mi personaje fetiche se ha tomado un año sabático y me ha dejado en la estacada. ¡Eso es! En la estacada. Un error de cálculo teniendo en cuenta que soy curvilínea, tengo una sonrisa razonablemente atractiva y me gusta la aventura. 


Hice dedo y de pronto, sin darme cuenta, paró un coche en la carretera para que me subiera. No podía ver al conductor muy bien, solo vi que era muy alto y poco más. Soy miope. Decidí subirme, creo que he dejado claro en el párrafo anterior que la asesina soy yo. Es difícil que se topen dos asesinos seriales y se asesinen mutuamente, ¿no?. Si algo así pasara, sería hasta bueno, el mundo está hoy en día muy sobrepoblado. 

 Me subí, el que conducía me saludó y me preguntó hacia dónde me dirigía, al mismo tiempo que ponía el coche en marcha, y fue un instante en el que pensé: "so tonto, esta carretera va en una única dirección." Me equivoqué. El camino llevaba al sitio contrario al que pensaba. Siempre es así cuando uno tiene el corazón roto. Fíjense, ¿a dónde van las mujeres cuándo les rompen el corazón? A la peluquería. ¿Y los hombres? ¿A dónde van los hombres cuándo una mujer les destroza el mismo órgano? A ninguna parte. A emborracharse. Esa es la diferencia, las mujeres van a reconstruir su autoestima para cazar al próximo que les romperá el corazón. Los hombres van a seguir degradándose, cosa que han venido haciendo desde siempre. Romperle el corazón a una mujer es degradarse. Romperle el corazón a un hombre es imposible, no tienen. 

 Me dejé llevar, nunca mejor dicho, me hundí en el asiento al lado del desconocido y lo dejé hablar, como hago siempre. Es agradable ver cómo al hablar, se va dibujando un perfil de la persona. No necesité ni mirarlo, entrecerré los párpados y dejé que se dibujara ante mi lo que me contaba. Tuve que erguirme en el asiento, no me permitía adormecerme lo que decía. Había dado de casualidad con un personaje atormentado. Supe que no iba a poder dormirme en todo lo que quedara de viaje. Me estremecí, pude ver también a través de mi ventanilla que se avecinaba una tormenta y que estaba comenzando a anochecer. Intenté no oírlo, pero no podía. Me aterrorizaba ver cómo comenzaba a caer el agua fuera y golpeteaba los cristales con desparpajo, era hasta preferible escuchar lo que me contaba. De vidas ajenas en tierras lejanas, de épocas remotas. 
Tenía que lograr que parara de hablar, si no lo hacía, iba a tener que asesinarlo antes de tiempo y no se conducir. ¡Deshacerse de un cadáver con lluvia en el medio de la nada y poder huir indemne es una tarea casi imposible! 

Estaba en todo esto cuando se escuchó un ruido fuera y tuvo que dejar de hablar para hacer una maniobra y desacelerar. Salimos con el vehículo de la carretera. Mudo por unos instantes, me miró, probablemente fue la primera vez que le vi la cara al sujeto y dijo, con ese acento extranjero que tan bien conozco: Un pinchazo. Salió del coche. 

Llovía torrencialmente y me sentí un poco culpable de todos mis malos pensamientos. Por el espejo retrovisor podía ver que estaba buscando cosas en el baul y que se estaba poniendo perdido por el agua que caía sobre él. Me inundó la lascivia. Suele pasarme con frecuencia. ¿Saben?, es más difícil poder evitar la lascivia por un personaje que huir de la policía. Tenía que morir. 

Súbitamente entró en el coche y me informó que habría que llamar a la grua, había olvidado el gato y no podía cambiar la rueda. No se enteraba de nada. Me enfurecí, mi personaje me estaba haciendo cambiar de planes con demasiada frecuencia en demasiado poco tiempo, me estaba desequilibrando. Volvió a abrir la puerta y comenzó a telefonear como poseso. Había parado de llover. Comencé a comprender que por una vez, no era yo la que manejaba la situación. 

 Mientras esperábamos que nos rescataran de la estacada y viendo que mis planes se estropeaban completamente, le conté alguna anécdota graciosa, teniendo al principio cuidado que no se asustara, pero en poco tiempo pude ver que era bastante comprensivo con mis historias truculentas, eso me animó. De la guantera sacó una botella y me ofreció una especie de licor que yo no había probado antes. Me explicó qué era exactamente, pero no lo entendí. Llegado a un punto, mejor beber sin saber qué se bebe. Bebimos. La sensación de bienestar que genera en mi el alcohol es muy agradable. Es comparable a la que me genera el escribir. 

 Puede ser que pasaran  horas así, de charla y bienestar, esa combinación que todo lo puede. ¡Hay tanto que contar! Antes de quedarnos definitivamente en silencio, pronunció a media voz: es mi camino vivir pagando por la felicidad de otras personas. Me prometí a mi misma no volver a matar a un personaje antes de que me contara todo lo que tenía dentro de su corazón destrozado. 


 No voy a contar la escena de la grua, no tiene la menor importancia. Tampoco les diré que todo esto es un producto de mi imaginación, creo que lo saben, por otro lado: ¿qué podría importar que no haya hecho dedo nunca en mi vida?, ¿ ni que jamás haya matado a ninguno?,  claro está, no soy ni por casualidad una femme fatale y no he  conocido jamás a un extranjero que me contara su vida en un viaje. Nada en absoluto. Solo importa que imagine, solo existe eso para mi.  Y  si  logro escribir,  pueda arrancar alguna sonrisa a quienes cometan el gran error de leerlo.

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